
El diputado Calixto Ortega
Abel Ibarra
Al diputado del PSUV por el estado Zulia, Calixto Ortega, le gustan los hombres recios, aunque taratateen. Lo sé porque hace muchos años, cuando creamos el partido “La Nueva República” con el finado Jorge Olavarría como presidente y Alexis Ortiz como secretario general, Calixto vivía sin norte y sin sur, si el líder principal del partido no le bajaba la línea a seguir. Jorge lo llamaba todos los días a Maracaibo y Calixto, de lo más contento por la deferencia, le correspondía con un “sí Jorge, no Jorge, como tú digas Jorge”.
Rompimos con Olavarría y lo expulsamos del partido porque nuestra posición era llegar hasta el final de las elecciones con candidatura presidencial propia, pero, él, más acostumbrado a ver la política como un negocio, decidió, bajo cuerda, dejarse comprar por Acción Democrática que lanzaba la candidatura de Carlos Andrés Pérez, a cambio de la Cancillería de la República en el nuevo gobierno.
Calixto, dentro de la refriega que se armó con la expulsión de Olavarría del partido, se convirtió en la mano de obra de la guerra sucia que su jefe emprendió contra nosotros, sin resultado alguno: perdió el partido y no le dieron la Cancillería, usada como zanahoria para atraerlo como a un conejo político y domarle sus aparentes bríos de líder constestatario.
No hablo más de ese primer amor de Calixto porque hace años escribí un libro, “Jorge Olavarría, historia de la baja pasión que lo condujo al knock out”, donde echo el cuento de aquella malhadada aventura y no quiero que a estas alturas me vayan a tildar de jorunga muerto.
La segunda pasión de Calixto (que uno sepa), ha sido el amor a primera vista por Hugo Chávez, quien se la echó de macho intentando dar un Golpe de Estado y, cuando Carlos Andrés Pérez lo derrotó, salió corriendo a llorar escondido en el Museo Histórico Militar. Calixto no fue a llevarle un pañuelo para enjugarle las lágrimas porque todavía se oían tiros, pero sí se empató, junto al primer amor político de su vida, en el desafuero del caudi-culillo que tiene diez años hundiendo a Venezuela en el basurero de la historia.
El caso es que Calixto Ortega entró en un idilio con su nuevo hombre y tiene diez años de fidelidad casi absoluta, aprobando en la Asamblea Nacional todas las barbaridades que éste le ordena desde el tálamo nupcial, además de cohonestarle otras, incluida la condena a treinta años de cárcel de los Comisarios Simonovis, Forero y Vivas, sin que se les pudiera demostrar ninguna culpabilidad en los sucesos del 11 de abril del 2002. Algún día los dos van a pagar por esto y, si no creen, mírense en el espejo de Fujimori.
La última de Calixto es que, con el único objetivo de congraciarse con su Romeo, pasó a formar parte de la canalla que persigue a Rosales para meterlo preso sin razón, inventando que éste se reunió con tres jueces antes de que se le celebrara el juicio intentando manipular la causa, cuando se sabe que es este gobierno atropellador el que ha hecho un montaje judicial con jueces de la misma calaña de Calixto, para incriminar falsamente al Alcalde de Maracaibo.
Parece ser que el diputado Ortega comenzó a caer en desgracia con Chávez, porque éste lo descubrió en coqueteos extraños y, el Atila de Sabaneta, que debe ser como esos maridos que llegan a la casa tirando puertas y pagándolas con la mujer, le dio una cachetada para drenar la angustia que le crea estar volviendo mierda al país.
Pero Calixto se salió con la suya y dijo la última palabra: “Sí mi amor”.
Abel Ibarra
Al diputado del PSUV por el estado Zulia, Calixto Ortega, le gustan los hombres recios, aunque taratateen. Lo sé porque hace muchos años, cuando creamos el partido “La Nueva República” con el finado Jorge Olavarría como presidente y Alexis Ortiz como secretario general, Calixto vivía sin norte y sin sur, si el líder principal del partido no le bajaba la línea a seguir. Jorge lo llamaba todos los días a Maracaibo y Calixto, de lo más contento por la deferencia, le correspondía con un “sí Jorge, no Jorge, como tú digas Jorge”.
Rompimos con Olavarría y lo expulsamos del partido porque nuestra posición era llegar hasta el final de las elecciones con candidatura presidencial propia, pero, él, más acostumbrado a ver la política como un negocio, decidió, bajo cuerda, dejarse comprar por Acción Democrática que lanzaba la candidatura de Carlos Andrés Pérez, a cambio de la Cancillería de la República en el nuevo gobierno.
Calixto, dentro de la refriega que se armó con la expulsión de Olavarría del partido, se convirtió en la mano de obra de la guerra sucia que su jefe emprendió contra nosotros, sin resultado alguno: perdió el partido y no le dieron la Cancillería, usada como zanahoria para atraerlo como a un conejo político y domarle sus aparentes bríos de líder constestatario.
No hablo más de ese primer amor de Calixto porque hace años escribí un libro, “Jorge Olavarría, historia de la baja pasión que lo condujo al knock out”, donde echo el cuento de aquella malhadada aventura y no quiero que a estas alturas me vayan a tildar de jorunga muerto.
La segunda pasión de Calixto (que uno sepa), ha sido el amor a primera vista por Hugo Chávez, quien se la echó de macho intentando dar un Golpe de Estado y, cuando Carlos Andrés Pérez lo derrotó, salió corriendo a llorar escondido en el Museo Histórico Militar. Calixto no fue a llevarle un pañuelo para enjugarle las lágrimas porque todavía se oían tiros, pero sí se empató, junto al primer amor político de su vida, en el desafuero del caudi-culillo que tiene diez años hundiendo a Venezuela en el basurero de la historia.
El caso es que Calixto Ortega entró en un idilio con su nuevo hombre y tiene diez años de fidelidad casi absoluta, aprobando en la Asamblea Nacional todas las barbaridades que éste le ordena desde el tálamo nupcial, además de cohonestarle otras, incluida la condena a treinta años de cárcel de los Comisarios Simonovis, Forero y Vivas, sin que se les pudiera demostrar ninguna culpabilidad en los sucesos del 11 de abril del 2002. Algún día los dos van a pagar por esto y, si no creen, mírense en el espejo de Fujimori.
La última de Calixto es que, con el único objetivo de congraciarse con su Romeo, pasó a formar parte de la canalla que persigue a Rosales para meterlo preso sin razón, inventando que éste se reunió con tres jueces antes de que se le celebrara el juicio intentando manipular la causa, cuando se sabe que es este gobierno atropellador el que ha hecho un montaje judicial con jueces de la misma calaña de Calixto, para incriminar falsamente al Alcalde de Maracaibo.
Parece ser que el diputado Ortega comenzó a caer en desgracia con Chávez, porque éste lo descubrió en coqueteos extraños y, el Atila de Sabaneta, que debe ser como esos maridos que llegan a la casa tirando puertas y pagándolas con la mujer, le dio una cachetada para drenar la angustia que le crea estar volviendo mierda al país.
Pero Calixto se salió con la suya y dijo la última palabra: “Sí mi amor”.