lunes, 20 de agosto de 2012

Campaña, mentiras e indecencia



                                                          
Paul Ryan, representante por Wisconsin y aspirante republicano a la vicepresidencia, llega a un acto de campaña en la escuela secundaria Deep Run, en Glen Allen, Virginia, el viernes pasado.
Mark Wilson / Getty Images

Armando González

 A medida que avanza la campaña presidencial y, tanto la prensa como el electorado concentran su atención en ella, las decisiones de los candidatos son sometidas a intenso escrutinio. Esto es particularmente cierto en el caso del candidato republicano. Obama está libre de eso mientras la prensa nacional mantenga su ideología en la izquierda y reporte lo que pasa con una lamentable miopía moral.

Mitt Romney hizo su primera gran decisión cuando seleccionó al congresista Paul Ryan de Wisconsin, como su compañero de boleta. Ryan era un nombre en una lista que incluía, entre otros, a Marco Rubio, Chris Christie, Tim Pawlenty, Rob Portman y Condolezza Rice. Cada vez que uno de estos nombres salía publicado como posible seleccionado, el Partido Demócrata respondía con vitriolo. Esto no nos debe sorprender. Cuando los dirigentes de la campaña presidencial demócrata planean su estrategia, se les hace alarmante el tener que basarla en los tres años y medio de Obama como presidente, un desastre nacional que no tiene defensa creíble. Por lo tanto, tienen que recurrir al recurso más vil del género: la técnica de destrucción personal. Atacar a la persona del contrario, hacerlo despiadadamente, usando mentiras cuando quiera que sean necesarias, y sabiendo que la gran mayoría de la prensa, ideológicamente compatible, va a ser su deshonesto cómplice.

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