miércoles, 13 de marzo de 2013

Los inmigrantes de Ciudad Doral


Abel Ibarra

                                                 

Comment crois-tu qu'ils sont venus?
Charles Aznavour


            Roger Villalobos salió del avión en el aeropuerto de Miami con el destino en stand by y la vida en una maleta. Un vaho de naftalina y agua oxigenada lo despide en el último tramo de la cabina. Las aeromozas con piernas de columnas dóricas y voz de fieltro corean que bienvenido a Miami, felices vacaciones, en su español de cada día. Roger dice gracias con las vacaciones en neutro y pone el motor en marcha tras la fila de viajeros que camina con el apuro de quien huye de sí mismo. El estómago le cruje ahíto de pretzels, esos bastoncitos de harina horneados con sal mezquina, políticamente correctos, más inútiles que un ñandú sin eñe, vueltos cereta sin cumplir su rol de refrigerio. La fila se detiene frente a los peajes de inmigración, se deshace a cuentagotas y el bluyín de Roger se vuelve azul tembleque cuando le toca el turno. ¡Passport! ordena la estatua marcial con su cara sin cara. Roger se acostumbra a los temblores con el pasaporte en la mano, recordando los rostros marciales que acaba de dejar en Venezuela, país que perdió la memoria para convertirse en huella de bota militar. Welcome to the iuesei, lo sobresaltó el funcionario con sonrisa de persona y los pulmones se le volvieron a llenar de oxígeno corriente. Caminó con la ruta trazada en la planta de sus pies hasta la sala donde las maletas viajan absortas sobre la correa giratoria. Agarró la suya que parecía ser la última (tratando de engañar al tiempo), atravesó la santamaría horizontal de los arrivals y tarareó el primer verso de una canción de Charles Aznavour: Comment crois-tu qu'ils sont venus? Sólo tuvo por respuesta la bocina de un taxi ávido de corazones inmigrantes...
 
            Todo te lo tragaste como la lejanía

continua

http://textosyanexos.blogspot.com/2013/03/los-inmigrantes-de-ciudad-doral.html