Es un fenómeno difícil de concebir y sin antecedentes históricos que un extranjero sin títulos ni armas ni representación diplomática alguna llegue a un país y obtenga y reciba la renuncia de un Presidente y su Consejo de Gobierno y Ministros. Ocurrió a un exiliado cubano en la República Dominicana en las siguientes circunstancias, tan dramáticas, sangrientas y complejas que ellas mismas propiciaron la solución aparentemente mágica:
Que el General Antonio Imbert Barrera, Héroe Nacional, patriota valiente y devoto de la dominicanidad, había sido incomprendido por los diplomáticos de carrera.
Que tres mil muertos sumabna un precio injustificable y creciente de la guerra civil iniciada en abril de 1965,
Que el Coronel Francisco Caamaño Deñó, confinado a su bastión en Ciudad Nueva, no tenía oportunidades de desplazamiento,
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