
Radovan Karadzic y Hugo Chávez
Por Abel Ibarra
La captura de Radovan Karadzic, el ex líder serbobosnio acusado de genocidio por su despiadada actuación durante la guerra en la desaparecida Yugoslavia, me trajo a la memoria un romance español de autor desconocido de comienzos del Siglo XV.
El poema refleja un momento en que el Rey Juan II de Castilla lleva al moro Ibn al-Amar (que el saleroso andaluz transforma en Abenámar) frente a los muros de la ciudad de Granada, para admirar sus virtudes arquitectónicas y la belleza de su quietud de piedra.
“Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día en que tú naciste, grandes señales había”, dice el romance anónimo y continúa describiendo esas “señales” habidas el día del nacimiento del moro, para rematar con una admonición: “moro que en tal signo nace, no debe decir mentira”.
En el fondo del poema habita lo que podría entenderse como una superstición: cuando las cosas van a ocurrir comienzan a manifestarse signos que prefiguran el asunto por venir. Algunos, más doctos, llaman al fenómeno “Ley de Causalidad”, o sea, la sucesión de acontecimientos que permiten que ocurra un fenómeno determinado.
Venezuela se está llenando de signos que pronostican el fin del régimen que nos acogota. Uno de ellos es la ruptura del General Raúl Isaías Baduel con el gobierno, en señal de que el barco hace aguas. Pero, también, la carta que le escribe la señora Tahianny Pisan, acusándolo de ser el culpable de la injusta prisión de su esposo, el General Delfín Gómez Parra.
Según la señora Pisan, el General Gómez Parra lleva dos años y cinco meses preso porque se negó a cumplir la orden que le diera Baduel cuando era Ministro de la Defensa, de pagarle mil seiscientos millones de bolívares a unos contratistas por un trabajo que nunca fue realizado.
Lo más cruel del asunto es que a Gómez Parra no se le ha realizado una sola audiencia, no se le sigue un juicio formal y está recluido en una cárcel de Guanare adonde su esposa tiene que viajar desde Caracas, generalmente sola, porque no dispone del dinero necesario para pagarle el alojamiento a sus hijos.
Se me hace que mucha gente que estuvo con el régimen sabe muchos secretos del incontinente Hugo Chávez y comienzan a diferenciarse para no verse envueltos en los juicios que le vendrán cuando termine su mandato. Ya Luis Miquilena, el padre de la criatura, lo dijo cuando renunció a seguir siendo comparsa: “no voy a participar de un gobierno que tiene las manos manchadas de sangre”. Se refería el viejo zorro a la masacre ordenada por Chávez el 11 de abril del 2002 contra la más grande manifestación pacífica que se haya celebrado en la historia de Venezuela.
Los crímenes de lesa humanidad por los cuales seguramente será juzgado Chávez, no prescriben; Miquilena lo sabe y Baduel también. Claro está, además del pequeño detalle de su connubio con las FARC, que también tendrá consecuencias penales.
A este respecto me gustaría recomendarle a la Dra. Luisa Estela Morales, presidenta del Tribunal Supremo de ¿Justicia?, que haga caso de la ponencia del Dr. Rondón Hazz, declarando inconstitucionales las inhabilitaciones decretadas por Clodosvaldo, el rufián, contra líderes de la oposición. Esto también es un atentado contra los derechos humanos, delito que tampoco prescribe.
Dra., haga como Miquilena y Baduel, sálgase del paquete. Aún está a tiempo y no vaya a hacerle compañía a Chávez cuando lo agarren como a un Karadzic cualquiera, disfrazado de espiritista, a la manera del carnicero de Sarajevo, en el rincón del mundo donde se estará escondiendo. Vale.
Por Abel Ibarra
La captura de Radovan Karadzic, el ex líder serbobosnio acusado de genocidio por su despiadada actuación durante la guerra en la desaparecida Yugoslavia, me trajo a la memoria un romance español de autor desconocido de comienzos del Siglo XV.
El poema refleja un momento en que el Rey Juan II de Castilla lleva al moro Ibn al-Amar (que el saleroso andaluz transforma en Abenámar) frente a los muros de la ciudad de Granada, para admirar sus virtudes arquitectónicas y la belleza de su quietud de piedra.
“Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día en que tú naciste, grandes señales había”, dice el romance anónimo y continúa describiendo esas “señales” habidas el día del nacimiento del moro, para rematar con una admonición: “moro que en tal signo nace, no debe decir mentira”.
En el fondo del poema habita lo que podría entenderse como una superstición: cuando las cosas van a ocurrir comienzan a manifestarse signos que prefiguran el asunto por venir. Algunos, más doctos, llaman al fenómeno “Ley de Causalidad”, o sea, la sucesión de acontecimientos que permiten que ocurra un fenómeno determinado.
Venezuela se está llenando de signos que pronostican el fin del régimen que nos acogota. Uno de ellos es la ruptura del General Raúl Isaías Baduel con el gobierno, en señal de que el barco hace aguas. Pero, también, la carta que le escribe la señora Tahianny Pisan, acusándolo de ser el culpable de la injusta prisión de su esposo, el General Delfín Gómez Parra.
Según la señora Pisan, el General Gómez Parra lleva dos años y cinco meses preso porque se negó a cumplir la orden que le diera Baduel cuando era Ministro de la Defensa, de pagarle mil seiscientos millones de bolívares a unos contratistas por un trabajo que nunca fue realizado.
Lo más cruel del asunto es que a Gómez Parra no se le ha realizado una sola audiencia, no se le sigue un juicio formal y está recluido en una cárcel de Guanare adonde su esposa tiene que viajar desde Caracas, generalmente sola, porque no dispone del dinero necesario para pagarle el alojamiento a sus hijos.
Se me hace que mucha gente que estuvo con el régimen sabe muchos secretos del incontinente Hugo Chávez y comienzan a diferenciarse para no verse envueltos en los juicios que le vendrán cuando termine su mandato. Ya Luis Miquilena, el padre de la criatura, lo dijo cuando renunció a seguir siendo comparsa: “no voy a participar de un gobierno que tiene las manos manchadas de sangre”. Se refería el viejo zorro a la masacre ordenada por Chávez el 11 de abril del 2002 contra la más grande manifestación pacífica que se haya celebrado en la historia de Venezuela.
Los crímenes de lesa humanidad por los cuales seguramente será juzgado Chávez, no prescriben; Miquilena lo sabe y Baduel también. Claro está, además del pequeño detalle de su connubio con las FARC, que también tendrá consecuencias penales.
A este respecto me gustaría recomendarle a la Dra. Luisa Estela Morales, presidenta del Tribunal Supremo de ¿Justicia?, que haga caso de la ponencia del Dr. Rondón Hazz, declarando inconstitucionales las inhabilitaciones decretadas por Clodosvaldo, el rufián, contra líderes de la oposición. Esto también es un atentado contra los derechos humanos, delito que tampoco prescribe.
Dra., haga como Miquilena y Baduel, sálgase del paquete. Aún está a tiempo y no vaya a hacerle compañía a Chávez cuando lo agarren como a un Karadzic cualquiera, disfrazado de espiritista, a la manera del carnicero de Sarajevo, en el rincón del mundo donde se estará escondiendo. Vale.