martes, 26 de febrero de 2008

Páginas de la Historia. II


El Grito de Yara

Intentando ridiculizar el empeño independentista de los cubanos y basados en la derrota que éstos sufrieron en el poblado de Yara, provincia de Oriente, los españoles llamaron Grito de Yara al Grito de la Demajagua el 10 de octubre de 1868. Los cubanos aceptaron la denominación. La aceptó enseguida el propio Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la República en Armas. La burla enemiga se hizo orgullo histórica. Los cubanos aceptaron la denominación Grito de Yara, al igual que la de “mambí” y, recientemente la de “escoria” y “gusano”. Premiado con una ovación prolongada y en rugido de 75 mil dominicanos, dije en Santo Domingo en agosto de 1965: “Sí; somos gusanos. Somos gusanos tejiendo la seda de la libertad”.
Mambí se deriva de la lengua conga “mbi” que según el antropólogo cubano
Fernando Ortiz significa malvado, cruel, dañino, salvaje, terrible, temible “nombre que los revolucionarios aceptaron y llevaron con orgullo porque lo suyo era inspirar terror”. Otra explicación -pudiera asociarse a la anterior- es que Mambí era el apellido de un temido guerrero dominicano.
¡Cuántas heroínas en nuestra historia! Mariana Grajales, madre heroica de los Maceo, estirpe de leones y titantes, recorre páginas de historia con aquel imperativo penetrante al hijo menor: “Y tú, empínate, que para ti también va siendo hora”. Otras madres como Elena Echerri y Mercedes Varona, exhortaron a sus vástagos al cumplimiento martirial del deber patriótico. Marina Manresa murió en combate con el nombre de Cuba en los labios. Y aquella Ana Josefa de Agüero: “Ve: cumple con tu deber, y que cuando vuelvas lo hagas como un hombre libre”.
¡Qué enorme su Joaquín de Agüero y Agüero, primero en liberar a sus esclavos, al rechazar el indulto que le ofrecen a cambio de que abjure de su ideal independentista, y cómo impide que sus familiares pidan clemenecia al General Lemery, jefe español de la plaza, porque él rechaza que las matronas de Camagüey se humillen ante el representante del despotismo.Esta inmolación que terminó en cuatro héroes fusilados y en cuatro palmas reales que lo evocan, conmovió al adolescente Calixto García e influyó en su sacrificio de San Antonio, cuando para no caer prisionero vivo se dio en la barbilla un balazo que le salió por la frente. Este gigante del martirio había sido un joven vital, sanguíneo, fiestero, bailador, comelón, gozador de un sabroso y comunicativo buen humor. Esta es la paradoja –sólo aparente- entre la capacidad cubana de choteo y su voluntad portentosa de inmolación y leyenda.