jueves, 12 de julio de 2012

Dios existe en el bosón de Higgs


Abel Ibarra


 Los surrealistas dicen que la vida es un segundo sueño. André Bretón, el piache mayor de esa tribu literaria dislocante, contumaz y prometeica, fatigó sus años junto a Paul Eluard, Robert Desnos, Guillaume Apollinaire, Louis Aragon, Antonin Artaud, entre otros, tratando de deshilvanar los hilos de la razón, en busca del momento justo en que los sueños se cuelan en la vida para darle sentido. Trataban de hallar ese punto de exaltación donde lo cotidiano alcanza su dimensión secreta y heroica para que el mundo continúe, con “el tímido rumor de lo que existe”, diría Adriano González León, hijo pródigo de aquel momento luminoso.


Por los caminos de la poesía (mi mujer con espaldas de pájaro que huye en vertical, dijo Bretón) los surrealistas buscaron, a contracorriente, el momento justo en que ocurrió el soplo de la Creación de acuerdo al Evangelio según San Juan, quien afirmó sin lugar a dudas que “en el principio fue el verbo”. Asunto que parecía contradictorio con los dictámenes empíricos de la ciencia, sometidos a comprobación de laboratorio, pero que, al final, a falta de cognomentos verificables, comprobables, fácticos, fue llamado “Big Bang”, estallido verbal donde el universo comenzó a ser. Verbigracia.

continua

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