LeBron James (6), del Heat de Miami, de espalda, y Kevin Durant (35), del Thunder de Oklahoma City, se observan durante el tercer juego de la final de la NBA, el domingo 17 de junio de 2012, en Miami. El Heat ganó por 91-85. Lynne Sladky / AP foto
Pedro J. Gonzalez
pgonzalez@elnuevoherald.com
Uno más y habrá desfile.
Si la estadística sigue su curso, Miami bien valdrá una fiesta, porque ningún equipo en la historia de la NBA se ha recuperado de un déficit de 3-1, como ahora se encuentra el Thunder de Oklahoma tras caer el martes en la noche 104-98, mientras el Heat ya contempla el próximo juego con ese instinto criminal del que tiene la marca sobre su presa.
Como es usual en él, LeBron James tuvo una actuación digna de una superestrella al anotar 26, puntos, capturar nueve rebotes y repartir 12 asistencias, pero su momento cumbre llegó en los minutos decisivos del encuentro, cuando sacó una página digna del libro de Michael Jordan.
Con calambres en sus piernas, James no sólo encestó un triple que despegó al Heat de la persecución implacable del Thunder, sino que dio un ejemplo a todos aquellos que cuestionan su carácter al mantenerse en el juego en medio de fuertes dolores. Y cuando las fuerzas no le dieron más, Dwyane Wade y Mario Chalmers, ambos con 25 puntos, se encargaron de que el triunfo no se escapara, de que la posibilidad de un festejo el jueves siga viva.
Oklahoma City salió al tabloncillo de la Arena AmericanAirlines con un sentido de urgencia y desesperación que puso en aprietos a Miami, al punto de lograr una ventaja de 17 puntos.
Pero el Heat no se amilanó y poco a poco comenzó la remontada que borró esa diferencia, gracias al aporte siempre constante de James y la inesperada ayuda de un Norris Cole que encestó un par de triples oportunos.
Pero lo mejor vendría en el último parcial, cuando un Westbrook en noche de gala -43 puntos en total- se echó al equipo del Thunder al hombro y no paró hasta lograr un empate 90-90 que congeló a los más de 20,000 aficionados vestidos de blanco en la Arena.
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