Si desean ver juegos de baloncesto o tenis en butacas delanteras, asistir a conciertos sin pagar nada con derecho al palco VIP, más estacionamiento gratuito y sin hacer fila, consideren entonces postularse a la Comisión de Miami-Dade o de un gobierno municipal en el Condado, preferiblemente Miami Beach.
La vida es una sola y los políticos locales saben vivirla como emperadores. Nada de sentarse con binoculares allá a lo lejos, en la cúspide de la Arena American Airlines, ni de pagar comisión a Ticketmaster. Para ellos, el servicio público se extiende a la alfombra roja y a repartir boletos –si es que sobran– entre sus votantes para perpetuarse en el poder. Perdón, para el beneficio comunitario.
Ante una copiosa oferta de espectáculos y juegos en fastuosas instalaciones erigidas con fondos de los contribuyentes, nuestros políticos y altos funcionarios municipales han abusado desde antaño de una estipulación que les permite recibir miles de dólares en entradas a fascinantes eventos patrocinados por entidades privadas que tienen contratos con los gobiernos locales.
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