La campaña electoral del comandante presidente, por los motives obvios de su estado físico, presentará una novedad nunca antes vista en las confrontaciones comiciales que hemos tenido en Venezuela, y hasta donde sabemos, en el mundo. El eterno candidato será representado en diversos mítines y asambleas por un muñeco inflable y articulado, inventado por uno de los jalamecates que lo rodean. El artefacto puede sincronizar los movimientos de sus manos y cabeza con las palabras del líder, grabadas especialmente para el acto.
Esta idea brillante, que reduce la exposición del candidato al contacto con multitudes, de los cuales puedan derivarse daños para su delicada situación de salud. El muñeco, que reproduce el físico del candidato, tiene la ventaja de que es posible inflarle o desinflarle la cabeza, según convenga, y mantiene el mismo color, sin necesidad de maquillajes o camuflaje.
Por supuesto, el artilugio electoral no obviará algo que es cada vez más evidente, y ha sido denunciado por Vicente Díaz en una reciente Carta Abierta, que el presidente abusa de manera flagrante, de su poder, para utilizar instalaciones, bienes y recursos del estado en actividades de campaña. Por ejemplo, en el curso de la semana que acaba de finalizar, ha presidido, en el Palacio de Miraflores, sede oficial de la Presidencia de la República, dos reuniones políticas del PSUV y del Polo Patriótico, destinadas a organizar y poner en marcha las estrategias políticas de la campaña electoral.
La utilización de edificios, funcionarios, bienes y servicios públicos, para realizar actividades privadas de carácter electoral, constituye una violación de disposiciones expresas de la legislación venezolana y configura el delito de peculado de uso, que está penado con prisión de seis meses a tres años. El eterno candidato, que ha realizado una extensa campaña electoral desde que fue electo en 1998, no ha prescindido del uso de su investidura presidencial para realizar actos de proselitismo electoral, insultar a sus rivales, denostar a personas e instituciones y violar, de manera contumaz, todas las leyes que lo limitan.
Esto se ha hecho con la complicidad o pasividad del CNE, que está obligado a actuar, de oficio, para corregir esta situación. Vicente Díaz lo denuncia y hace pública la complacencia de los rectores afectos al régimen, que hacen caso omiso de las denuncias y se niegan a reconocer verdades mediáticas. Nunca han castigado al reiterado violador de la ley, ni siquiera lo han reprendido, con lo cual hacen un flaco servicio a la pretendida democracia venezolana.
Las ventajas del gobierno, en el uso indiscriminado de bienes y recursos públicos, para tareas de propaganda política electoral, de coacción, soborno y simple compra de votos, de control indebido y violación del secreto del voto entre los emple4ados públicos y beneficiarios de programas asistenciales del gobierno, son evidentes y, a pesar de que el campo de juego está maliciosamente inclinado a favor del gobierno, la oposición ha venido mostrando un crecimiento constante que lo ha llevado a obtener mayoría de votación popular.
El muñeco, sin duda, podría ser un presidente más eficaz y democrático que aquel a quien representa, porque, por lo menos, no tiene resentimientos, odios, ni malas costumbres. Por esoi debemos darle la bienvenida a este artefacto, que nos liberará de la ominosa presencia de aquel a quien representa en efigie.
Frente al delito electoral flagrante hay que acusar no sólo al violador, sino a todos los funcionarios públicos que han incumplido su deber, olvidando las disposiciones legales que los obligan a acatar la ley. El muñeco, aunque divertido, no es otra cosa que un truco político que debemos pinchar con el alfiler de nuestra resistencia y con la afilada voluntad democrática que nos caracteriza.