By ANA VECIANA-SUAREZ
Debe ser esa época del año. La Pascua Florida, con sus conejitos y sus azucenas, está en el espejo retrovisor, y el verano ya toca a la puerta. Las tiendas ofrecen bolsas, perfumes y pendientes de corazones de platino perfectamente entrelazados. El Día de las Madres se acerca rápidamente, por si no se ha dado cuenta, y con ese día, las exigencias a su cartera. Las comidas para el desayuno --las tostadas y los huevos listos para ser revueltos-- se destacan en los anuncios de los supermercados, y pronto los restaurantes también informarán un aumento en las reservaciones para el brunch dominical. ¿Por qué desdeño un día señalado para celebrar mis logros? Pues porque un solo día no es suficiente compensación. Sí, tanto tiempo en la trinchera me ha convertido en una madre excéntrica. Y también escéptica, exigente y de opiniones muy firmes. Así que aprovecho este espacio para decir a los hijos lo que, en el fondo de mi corazón, considero una verdadera recompensa para la experiencia exasperante de criar hijos.
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