DE TODO, MENOS RESPETO
Antonio A. Herrera-Vaillant
Un verdadero respeto camina inseparable con la ética y con la moral. Produce el reconocimiento del valor intrínseco de una persona. Poco tiene que ver con poder político, y mucho menos con dinero.
Algunos líderes populistas latinoamericanos despiertan entusiasmos y afectos, entretienen y generan empatías. Logran altos niveles de popularidad y familiaridad, generan intensos amores y odios.
En general han sido demagogos o demagogas – no olvidemos a Evita Perón - que jamás sintieron respeto por nada ni por nadie y a quienes nadie respeta.
Logran multiplicar aliados cuando poseen dinero para prodigar a manos llenas, pero las dádivas se las reciben con inevitable sorna ante el inconfundible tufo a nuevo rico que suele rodearles.
Están condenados a conocer manos extendidas en las buenas, y espaldas en las malas.
Algunos, como Fidel Castro, inspiran aquel tipo de “respeto” que nace del terror, de saberle capaz de cualquier atrocidad o perversión. A Castro se le admira también su maña de supervivencia. Además, en toda su trayectoria ha sabido huirle a la exquisita tentación de pasar de lo sublime a lo ridículo.
Continua:
Antonio A. Herrera-Vaillant
Un verdadero respeto camina inseparable con la ética y con la moral. Produce el reconocimiento del valor intrínseco de una persona. Poco tiene que ver con poder político, y mucho menos con dinero.
Algunos líderes populistas latinoamericanos despiertan entusiasmos y afectos, entretienen y generan empatías. Logran altos niveles de popularidad y familiaridad, generan intensos amores y odios.
En general han sido demagogos o demagogas – no olvidemos a Evita Perón - que jamás sintieron respeto por nada ni por nadie y a quienes nadie respeta.
Logran multiplicar aliados cuando poseen dinero para prodigar a manos llenas, pero las dádivas se las reciben con inevitable sorna ante el inconfundible tufo a nuevo rico que suele rodearles.
Están condenados a conocer manos extendidas en las buenas, y espaldas en las malas.
Algunos, como Fidel Castro, inspiran aquel tipo de “respeto” que nace del terror, de saberle capaz de cualquier atrocidad o perversión. A Castro se le admira también su maña de supervivencia. Además, en toda su trayectoria ha sabido huirle a la exquisita tentación de pasar de lo sublime a lo ridículo.
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