
La Guerra Tibia
Abel Ibarra
El delirium tremens de Hugo Chávez de tener una confrontación bélica con Estados Unidos no pasa de ser una guerra tibia. Y Rusia, que quiere regresar al protagonismo del pasado, se aprovecha de la megalomanía de Sabaneto, haciendo un aguaje guerrerista con el envío a Venezuela de un submarino nuclear y dos aviones supersónicos. También con un hecho poco notorio de la realidad virtual que me involucró directamente en este boxeo de sombras.
Los gringos, que no son mochos, toman sus previsiones poniendo a Chávez en la mira, pero no se preocupan mucho del asunto. Desde el comienzo de la fabricación del submarino, una pava macha se le instaló en la propia proa. El proceso demoró diez años por problemas financieros. El día de su viaje inaugural, una tubería explotó debido a una soldadura defectuosa, matando a cuatro marineros. En agosto del 2000, durante un ejercicio de guerra, fue hundido sin que su tripulación pudiera ser rescatada.
Y, tras innúmeras vicisitudes, en el 2004 debió ser reparado nuevamente porque según el comandante en jefe de la Armada rusa, Vladimir Kuroyédov, los reactores de la embarcación “podían estallar en cualquier momento”. O sea que no hay que preocuparse por esta lata de sardinas, cuyos reactores no aguantan un careo energético con las pilas Rayovac.
Los platos rotos
Lo único malo es que si la carcacha estalla, será el dinero de los venezolanos el que pagará los daños que pueda causar la explosión, además de sufragar los gastos de manutención de los tripulantes que suman 727. Y según las malas lenguas, los rusos sufren del “hambre psicológica” de la cual hablaba Henry Miller, por los 70 años de padecimientos bajo el Comunismo del Siglo XX; el modelo del Socialismo del XXI.
Por otra parte, en un acto de piratería aérea, los aviones supersónicos llegaron a Venezuela “cachicameando”, lo que en jerga aeronáutica significa que volaban sin la guía de instrumentos, volando al “ojo por ciento”. Además, si son de la misma calidad de las aeronaves que se han estado cayendo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, no hay nada que temer en cuanto a la utilización del suelo patrio como base de una posible Blitzkrieg para invadir los Estados Unidos. Si al loco le entrara una tocoquera y decidiera hacerlo, los pajarracos no llegarían ni a Curazao.
Por eso los gringos se mueren de la risa. Entienden que este desfile de chatarra bélica no es otra cosa que un plan de mercadeo de los rusos, para quedarse con los petrodólares que Hugo Chávez prodiga a manos rotas. Que muchacho tan pendejo.
En caliente
Preocupante fue un correo electrónico que recibí en los días de la invasión rusa a Georgia. La carta era larga, en un inglés macarrónico y firmada por Viktoriya, un caramelo de 29 años, 1.75 de estatura, bailarina, diseñadora de arte y ecologista. Además, natural de Osetia del Sur. Con un candor inédito me pedía que la ayudara a venirse a Estados Unidos porque en su país no hay chance. El attachment con su foto hizo que las rodillas me temblaran como portero que espera penalty y se me encurrujara el corazón.
Transcurrió un idilio electrónico aderezado por el álbum de la muchacha en todas las poses imaginables y por un viejoverdismo que me desconocía, ya que desde chiquito preferí el dulce encanto de la mujer madura. El asunto culminó cuando recibí otra del mismo tenor, con el mismo inglés sanforizado de los programas de traducción, con otra muchacha de la misma catadura, pero llamada Natalya, natural de Abjasia, que empezaba con la misma frase de la anterior: “My dear Knight with the shining armor”. Y allí fue donde este caballero de la armadura resplandeciente cogió las de Villadiego.
Estaba clarito. Rusia está gobernada por las mafias que se desprendieron como piojos de los cuarteles de la KGB, incluido Putin. Sus actividades involucran el tráfico de armas, drogas, lavado de dinero, trata de blancas y tráfico humano. Varios de sus tentáculos operan desde Osetia y Abjasia, razón por la cual han estado propiciando el separatismo de estas dos provincias para mantener el poder fuera del control de Georgia.
Coda final
Sin contemplaciones de ningún tipo, lo rusos se metieron en Georgia como Pedro por su casa con sus Sukov y sus aviones supersónicos, pero de los buenos, no los que le vendieron a Venezuela; acabaron con el pobre país, quitándole Osetia y Abjasia. Por eso mi aprehensión con las muchachas. Podría tratarse de unas separatistas de una compañía de trata de blancas, enviadas por Putin para montar una conspiración de la lujuria y propiciar la anexión de Estados Unidos a Cuba y Venezuela.
Otro hecho me sirvió de pista para descubrir este plan secesionista: Hugo Chávez declaró que iba a pasar en uno de los aviones rusos “rozando” la Florida. Brrrrr. Vale.
Abel Ibarra
El delirium tremens de Hugo Chávez de tener una confrontación bélica con Estados Unidos no pasa de ser una guerra tibia. Y Rusia, que quiere regresar al protagonismo del pasado, se aprovecha de la megalomanía de Sabaneto, haciendo un aguaje guerrerista con el envío a Venezuela de un submarino nuclear y dos aviones supersónicos. También con un hecho poco notorio de la realidad virtual que me involucró directamente en este boxeo de sombras.
Los gringos, que no son mochos, toman sus previsiones poniendo a Chávez en la mira, pero no se preocupan mucho del asunto. Desde el comienzo de la fabricación del submarino, una pava macha se le instaló en la propia proa. El proceso demoró diez años por problemas financieros. El día de su viaje inaugural, una tubería explotó debido a una soldadura defectuosa, matando a cuatro marineros. En agosto del 2000, durante un ejercicio de guerra, fue hundido sin que su tripulación pudiera ser rescatada.
Y, tras innúmeras vicisitudes, en el 2004 debió ser reparado nuevamente porque según el comandante en jefe de la Armada rusa, Vladimir Kuroyédov, los reactores de la embarcación “podían estallar en cualquier momento”. O sea que no hay que preocuparse por esta lata de sardinas, cuyos reactores no aguantan un careo energético con las pilas Rayovac.
Los platos rotos
Lo único malo es que si la carcacha estalla, será el dinero de los venezolanos el que pagará los daños que pueda causar la explosión, además de sufragar los gastos de manutención de los tripulantes que suman 727. Y según las malas lenguas, los rusos sufren del “hambre psicológica” de la cual hablaba Henry Miller, por los 70 años de padecimientos bajo el Comunismo del Siglo XX; el modelo del Socialismo del XXI.
Por otra parte, en un acto de piratería aérea, los aviones supersónicos llegaron a Venezuela “cachicameando”, lo que en jerga aeronáutica significa que volaban sin la guía de instrumentos, volando al “ojo por ciento”. Además, si son de la misma calidad de las aeronaves que se han estado cayendo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, no hay nada que temer en cuanto a la utilización del suelo patrio como base de una posible Blitzkrieg para invadir los Estados Unidos. Si al loco le entrara una tocoquera y decidiera hacerlo, los pajarracos no llegarían ni a Curazao.
Por eso los gringos se mueren de la risa. Entienden que este desfile de chatarra bélica no es otra cosa que un plan de mercadeo de los rusos, para quedarse con los petrodólares que Hugo Chávez prodiga a manos rotas. Que muchacho tan pendejo.
En caliente
Preocupante fue un correo electrónico que recibí en los días de la invasión rusa a Georgia. La carta era larga, en un inglés macarrónico y firmada por Viktoriya, un caramelo de 29 años, 1.75 de estatura, bailarina, diseñadora de arte y ecologista. Además, natural de Osetia del Sur. Con un candor inédito me pedía que la ayudara a venirse a Estados Unidos porque en su país no hay chance. El attachment con su foto hizo que las rodillas me temblaran como portero que espera penalty y se me encurrujara el corazón.
Transcurrió un idilio electrónico aderezado por el álbum de la muchacha en todas las poses imaginables y por un viejoverdismo que me desconocía, ya que desde chiquito preferí el dulce encanto de la mujer madura. El asunto culminó cuando recibí otra del mismo tenor, con el mismo inglés sanforizado de los programas de traducción, con otra muchacha de la misma catadura, pero llamada Natalya, natural de Abjasia, que empezaba con la misma frase de la anterior: “My dear Knight with the shining armor”. Y allí fue donde este caballero de la armadura resplandeciente cogió las de Villadiego.
Estaba clarito. Rusia está gobernada por las mafias que se desprendieron como piojos de los cuarteles de la KGB, incluido Putin. Sus actividades involucran el tráfico de armas, drogas, lavado de dinero, trata de blancas y tráfico humano. Varios de sus tentáculos operan desde Osetia y Abjasia, razón por la cual han estado propiciando el separatismo de estas dos provincias para mantener el poder fuera del control de Georgia.
Coda final
Sin contemplaciones de ningún tipo, lo rusos se metieron en Georgia como Pedro por su casa con sus Sukov y sus aviones supersónicos, pero de los buenos, no los que le vendieron a Venezuela; acabaron con el pobre país, quitándole Osetia y Abjasia. Por eso mi aprehensión con las muchachas. Podría tratarse de unas separatistas de una compañía de trata de blancas, enviadas por Putin para montar una conspiración de la lujuria y propiciar la anexión de Estados Unidos a Cuba y Venezuela.
Otro hecho me sirvió de pista para descubrir este plan secesionista: Hugo Chávez declaró que iba a pasar en uno de los aviones rusos “rozando” la Florida. Brrrrr. Vale.