
EL PERIODISMO COMO ESTOLIDEZ
Por Alexis Ortiz.
A Norman Mailer, el irreverente periodista-novelista estadounidense, le gustaba definirse como un conservador de izquierda. Yo entonces le dije a mi amigo Abel Ibarra que, para no parecer tan copiones, deberíamos presentarnos como liberales de derecha.
Y lo digo porque el embarazo de la hija adolescente de la señora Sarah Palin, no me produjo ningún escándalo; como el que sacudió las redacciones de emisoras, televisoras y agencias internacionales de noticias. Los periodistas actuaron como si la muchacha hubiera ultrajado al gato de la Casa Blanca.
Claro que uno entiende que en verdad lo que querían era aguarle la fiesta de la Convención Republicana a McCain y, desde luego, erosionar la grata imagen de la gobernadora Palin ante el pueblo llano norteamericano. Pero he aquí que no ocurrió una cosa ni la otra.
La alharaca moralista del periodismo pacato, terminó concitando más interés sobre una Convención de los republicanos, abatida por la amenaza de sucesivos huracanes y, por cierto, victimizando a la señora Palin y su familia. Porque una cosa cierta es que si la hija de Palin, la nieta de McCain o la sobrina de Obama, están embarazadas, eso no es asunto de la prensa, es cosa privada que se debe respetar.
Nuestros medios de comunicación social como los borbones, ni olvidan ni aprenden. Una vez se propusieron desbaratar al presidente Clinton con el asunto de la Lewinski, y lo que lograron fue aumentar la popularidad del acusado. A los periodistas les cuesta entender que ellos no son más poderosos que la inteligencia de la gente.
Pero lo realmente importante es comprender que la motivación de estas campañas de arrasamiento de líderes y figuras exitosas, no es tanto la maldad o envidia de los comunicadores, como un asunto más complejo: la concepción del periodismo como show y competencia de escándalos.
La fusión de entretenimiento y noticia genera dos resultados contraproducentes: el primero se hace menos divertido y la segunda menos informativa. En efecto, ahora para los medios no se trata de informar a la gente, sino de impactarla, de capturar su atención y fidelidad con el regalo envenenado de las sensaciones fuertes.
A propósito del despropósito contra la señora Palin, uno tiene que reflexionar sobre la necesidad de la autocrítica de los periodistas. El consentimiento social está conduciendo a que el medio y el comunicador, en un divismo patético, se consideren por encima de la noticia, o peor aún: que ellos son la noticia.
Es difícil la discusión de esta materia, porque siempre aparece el chantaje de que toda crítica a los medios y a los periodistas, es una amenaza a la libertad de expresión. Pero aparte de los poderosos que limitan a la prensa, como Castro, Chávez, Correa, Evo, Ortega y los Kirhner, está el peligro de convertir la noticia en mercancía y show y a los periodistas en engreidos recolectores de escándalos.
Por Alexis Ortiz.
A Norman Mailer, el irreverente periodista-novelista estadounidense, le gustaba definirse como un conservador de izquierda. Yo entonces le dije a mi amigo Abel Ibarra que, para no parecer tan copiones, deberíamos presentarnos como liberales de derecha.
Y lo digo porque el embarazo de la hija adolescente de la señora Sarah Palin, no me produjo ningún escándalo; como el que sacudió las redacciones de emisoras, televisoras y agencias internacionales de noticias. Los periodistas actuaron como si la muchacha hubiera ultrajado al gato de la Casa Blanca.
Claro que uno entiende que en verdad lo que querían era aguarle la fiesta de la Convención Republicana a McCain y, desde luego, erosionar la grata imagen de la gobernadora Palin ante el pueblo llano norteamericano. Pero he aquí que no ocurrió una cosa ni la otra.
La alharaca moralista del periodismo pacato, terminó concitando más interés sobre una Convención de los republicanos, abatida por la amenaza de sucesivos huracanes y, por cierto, victimizando a la señora Palin y su familia. Porque una cosa cierta es que si la hija de Palin, la nieta de McCain o la sobrina de Obama, están embarazadas, eso no es asunto de la prensa, es cosa privada que se debe respetar.
Nuestros medios de comunicación social como los borbones, ni olvidan ni aprenden. Una vez se propusieron desbaratar al presidente Clinton con el asunto de la Lewinski, y lo que lograron fue aumentar la popularidad del acusado. A los periodistas les cuesta entender que ellos no son más poderosos que la inteligencia de la gente.
Pero lo realmente importante es comprender que la motivación de estas campañas de arrasamiento de líderes y figuras exitosas, no es tanto la maldad o envidia de los comunicadores, como un asunto más complejo: la concepción del periodismo como show y competencia de escándalos.
La fusión de entretenimiento y noticia genera dos resultados contraproducentes: el primero se hace menos divertido y la segunda menos informativa. En efecto, ahora para los medios no se trata de informar a la gente, sino de impactarla, de capturar su atención y fidelidad con el regalo envenenado de las sensaciones fuertes.
A propósito del despropósito contra la señora Palin, uno tiene que reflexionar sobre la necesidad de la autocrítica de los periodistas. El consentimiento social está conduciendo a que el medio y el comunicador, en un divismo patético, se consideren por encima de la noticia, o peor aún: que ellos son la noticia.
Es difícil la discusión de esta materia, porque siempre aparece el chantaje de que toda crítica a los medios y a los periodistas, es una amenaza a la libertad de expresión. Pero aparte de los poderosos que limitan a la prensa, como Castro, Chávez, Correa, Evo, Ortega y los Kirhner, está el peligro de convertir la noticia en mercancía y show y a los periodistas en engreidos recolectores de escándalos.