Nada de nombres raros... Por favor
En los recientes Juegos Panamericanos de Río abundaban atletas en la delegación venezolana con nombres tales como Hersony, Mayelis y Nohemar, entre otros, que muchas veces obligaron a periodistas brasileños y extranjeros a demorar la difusión de sus despachos para evitar cometer errores a la hora de identificar a esos deportistas. Pero la presencia de venezolanos en eventos deportivos con nombres compuestos como Leomar (Leonardo y María), extravagantes como Mileidy (My Lady), o con variantes como Maikel (Michael), particularmente cuando ‘‘denoten una identidad confusa o que generen dudas sobre la determinación del sexo’’, podría ser extraña en dos o más décadas. ¿La razón? Las autoridades nacionales impulsan la aprobación de un proyecto de ley que rigurosamente buscará frenar la desbocada creatividad que muchos padres evidencian a la hora de escoger y registrar el nombre de sus hijos. Esta semana el Consejo Nacional Electoral (CNE) entregó a las autoridades municipales el borrador de la Ley de Registro Civil. que entre otras consideraciones, plantea que no se ‘‘permitirá’’ que los padres o representantes les coloquen a los recién nacidos ‘‘nombres que los expongan al ridículo, sean extravagantes o de difícil pronunciación en el idioma oficial, contengan variantes familiares y coloquiales’’ que generen ‘‘confusión’’ o ‘‘dudas’’ en la forma de escribirlo o en el sexo del infante. La ley prevé también la creación de una lista con al menos 100 nombres propios tradicionalmente reconocidos con el fin de ofrecer opciones en el momento de registrar un nacimiento. La lista sería progresivamente ampliada y quedarían exceptuados los descendientes de etnias aborígenes y extranjeros, se informó. Las autoridades electorales repetidamente han dicho que la inclinación de muchos venezolanos de crear nombres, a veces únicos, se ha traducido con frecuencia que ‘‘no es fácil determinar la identidad sexual de un elector’’, basado simplemente en el nombre y el número del documento de identidad que aparece en el padrón electoral. También algunos nombres han sido motivo de polémica. Meses antes de los comicios presidenciales del 2006, en los que fue reelegido el presidente Hugo Chávez por amplia mayoría, los adversarios del mandatario denunciaron una serie de irregularidades en el padrón electoral, destacando entre ellas que en esta nación sudamericana hasta ‘‘Superman’’ estaba inscrito para votar. Sandra Oblitas, presidenta de la Comisión de Registro Civil y Electoral del CNE, reveló entonces que a pesar ‘‘de la burla de los medios de comunicación social’’ existen en el padrón dos electores —certificados con los registros— identificados con el primer nombre de Superman y uno de ellos fue presentado repetidamente por la televisora estatal. ‘‘Hay un ciudadano que se llama Superman, y debo decir que Superman existe y es venezolano’’, declaró Oblitas al rechazar las denuncias. Los venezolanos son expertos en dar vida a palabras y expresiones propias en su modo de hablar que con el pasar de los años incluso han terminado por ser registradas por el propio Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) con la denominación de ‘‘venezolanismo’’. Es así como ‘‘cuaima’’, que se refiere a una serpiente venenosa local, el DRAE admitió el léxico habitual en que la usan los venezolanos para identificar particularmente a mujeres consideradas ‘‘muy listas, peligrosas y crueles’’. Algunos de los numerosos ‘‘venezolanismos’’ en esencia son palabras de uso general en la lengua española que en este país han adquirido una connotación especial. Personas que se hallaban en una céntrica plaza de Caracas mostraron diferentes reacciones sobre la medida propuesta. ‘‘Estoy de acuerdo con poner límites a gente que no tiene sentido del ridículo, pero me parece mal que estén pensando en una lista tan corta, sólo en el santoral (nombres de santos católicos por día) hay más de 365’’, dijo Alfredo Blanco, de 58 años. Mariana González, una ama de casa de 27 años, expresó que ‘‘nadie bebe meterse en eso. Mi hijo se llama Richard, a mi siempre me gustó ese nombre’’. ‘‘¿Por qué alguien me va a venir a decir que tenía que ponerle Juan, Pedro o Guaicaipuro? Ante todo debe reinar el sentido común’’, añadió al expresar su temor de que la medida sea inflexible. AP