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Petkoff
Por Ernesto Ackerman
En días pasados recibí un e-mail de un artículo supuestamente escrito por el Sr. Teodoro Petkoff.
Primero que nada quería hacer la salvedad de que mi Padre fue toda su vida un gran jugador de Domino, pero para mi esto no tuvo ningún efecto de enseñanza, sino todo lo contrario odiaba el juego.
Con esto trato de explicar que uno no siempre sigue las enseñanzas de los padres, razón por la que no le creo al Sr Petkoff cuando se rasga la vestimenta para jurar que no es un antisemita.
No voy a juzgar el hecho del destiempo en que el Sr. Petkoff hace los comentarios, cuando debería ocuparse más por la dictadura en Venezuela que por lo que hacen los Judíos en su patria: muy al estilo de lo que hace el innombrable, ocuparse de todo menos de lo que a él realmente le debe interesar, el problema en su Venezuela.
Escribo estas líneas por que creo que como Judío no puedo ser indiferente ante los comentarios destructivos a los que se hacen mención en el referido documento.
Hay que entender que ninguna de las guerras que se han suscitado con Israel han sido comenzados por este País. El Estado de Israel siempre ha recibido el primer ataque, nunca lo ha iniciado.
No debemos olvidar nunca que el territorio que se llamó Palestina era un territorio donde también vivían los Judíos, y los actuales “Palestinos” son una generación que nació mucho después de que los Judíos habitaran esa zona. El propio Yaser Arafat era Egipcio de nacimiento.
En los años 48 cuando se quiso dividir el territorio en dos para los Israelíes y los Palestinos estos no aceptaron y se fueron a vivir en campos de refugiados en Egipto y Jordania de donde también fueron expulsados y no por buenos ciudadanos precisamente.
En el año 2000 Ehud Obama y Bill Clinton le ofrecieron a Arafat el plan más completo para un estado Palestino que incluía partes de Jerusalén como su capital. Una vez más el liderazgo palestino se negó a llegar a un acuerdo.
En 2005 Israel cedió completamente Gaza a los palestinos y hoy en día (después de un fratricidio interno) el gobierno de Abbas se fracturó, el grupo terrorista Hamas (Elegido por el mismo pueblo Palestino) controla la franja de Gaza y todavía no han cesado los cohetes que a diario son lanzados hacia Israel.
Podemos continuar con miles de ejemplos de situaciones donde Israel siempre ha querido la paz y los líderes Palestinos siguen insistiendo en que los Judíos deben ser echados al mar.
Sr Petkoff ya Israel ha puesto las dos mejillas y el ilustre Sr Simón Wiesenthal si debe estar revolcándose en la tumba, pero por sus desaforados comentarios.
Wiesenthal
Por Teodoro Petkoff
Mi madre era judía polaca. Provenía de una familia hassidim y llegó a Venezuela a mediados de los años veinte, después de graduarse de médico en Checoeslovaquia, donde conoció a quien sería su esposo, un goy búlgaro e ingeniero químico, graduado también en Checoeslovaquia. La emigración a Venezuela la salvó del destino que corrió el resto de su familia, mi familia materna: el ghetto de Varsovia y luego Auschwitz. Sólo sobrevivió una hermana de mi madre, mi tía, quien escapó del ghetto y aunque fue recapturada y enviada a Theresienstadt, pudo vivir hasta el final de la guerra. Mis padres lograron encontrarla y rescatarla, para traerla a Venezuela, en 1947. Vivió alrededor de 90 años; no podía oír fuegos artificiales porque casi enloquecía, tal era el trauma que le dejó la guerra. A la vieja Palestina llegó en los veintes mi único tío varón. Fundó el kibbutz de Ein Harod y ganó el Premio de Literatura de Israel. Su hijo Rafi, mi primo, murió en la batalla de Jerusalem, en 1948. Tuvo otras tres hijas, mis primas, y no se ni cuantos primo-segundos tengo. Pero son más de una decena. Cada vez que estalla una bomba escribo a mis primas para saber si les pasó algo.
De modo que ni el holocausto ni lo judío son para mí un hecho de “otros”. Me tocan de muy cerca. Tampoco el antisemitismo es un fenómeno al cual me aproximo desde fuera. Aunque mis padres eran un par de librepensadores, ajenos a cualquier práctica religiosa, y yo mismo también lo soy y mi cultura no es la judía, soy judío; nací de vientre judío. Pocas cosas detesto con más fuerza que el racismo, en todas sus expresiones. De hecho, la primera trinchera que tomó mi conciencia adolescente de izquierdista fue la del racismo.
Admiro profundamente a Simón Wiesenthal. El genocidio no tiene perdón. No se puede olvidar, pero tampoco se puede perdonar. Es cuestión de justicia, no de venganza. Hombres como Wiesenthal se han encargado de que se haga justicia. Y se ha hecho.
Por eso es tan trágica la cruel paradoja que se vive en las tierras bíblicas. Porque hay otro pueblo nacido en esa comarca que vive en diáspora y acorralado en nuevos ghettos. No se cómo se va a resolver ese drama terrible. Pero si se que si alguien debe hacer lo posible y lo imposible para encontrar una solución justa son los judíos. El antisemitismo y el racismo en general son formas extremas de desconocimiento del otro. Víctimas seculares de la persecución y la segregación racial, los judíos, mejor que nadie, deben comprender el dolor y el sufrimiento del otro, en este caso el palestino. Mientras no haya justicia, el espíritu de Simón Wiesenthal no descansará en paz.