domingo, 7 de octubre de 2007

El Capitalismo, el Socialismo y el Bolero

La Gaceta de Tampa
El Capitalismo, el Socialismo y el Bolero


La pobreza ha sido elevada a la categoría de fetiche por el capitalismo, el socialismo y el bolero. Para entender el fenómeno, basta fijarse en el cinismo ofensivo de Gustavo Cisneros, la crueldad obsesiva de Hugo Chávez y la sensiblería exacerbada de Felipe Pirela, tres personajes emblemáticos que han hecho de los desposeídos el objeto de un culto onanista. Aunque (hay que decirlo), Felipe Pirela, el “Bolerista de América” sólo se dedicó a darle aliento a los faltos de cariño y a los indigentes del corazón. Chávez y Cisneros son el mismo fraude, no más que diferente, como diría Cantinflas.
Sigo de corrido. Nada más cínico que la aparición de Gustavo Cisneros en un foro sobre la libertad de expresión celebrado en Miami, sobre todo, después que cohonestó con su silencio el cierre abusivo y despótico de Radio Caracas Televisión, por parte de su jefe Hugo Chávez. Además se convirtió en cómplice (por omisión), de esa medida que dejó en la calle a gran cantidad de trabajadores, que desde ese día pasaron a engrosar la masa de pobres que, según la letra de su discurso, suelen hallar bienestar en la empresa privada.
Gustavo Cisneros es un experto en lucrarse de las bondades del libre mercado, un malabarista para obtener pingües ganancias de la magia reguladora de la oferta y la demanda y, un cara dura, cuando se hace la vista gorda de las tropelías que se cometen (incluido el cierre de RCTV), en nombre del laissez-faire, laissez- passer, (dejar hacer, dejar pasar) que bautiza doctrinariamente al capitalismo.
El problema es que Cisneros cree que el “libre mercado” es lo mismo que el “mercado libre”, debido a que nunca ha tenido la necesidad de ir al Mercado Popular de Quintacrespo o al de Guaicaipuro, donde solían comprar sus provisiones quincenales los trabajadores de menos recursos del canal clausurado, siempre en situación de emergencia y tratando de sacar provecho de la táctica del regateo.

Pobre del pobre
Cortico para no fastidiar. Los pobres son una cita de circunstancia, un tótem utilitario, que, capitalistas salvajes como Gustavo Cisneros y socialistas perversos como Hugo Chávez, invocan en sus discursos para acumular dinero y poder. Chávez es un profeta del pasado. Planifica el futuro Socialismo del Siglo XXI con el modelo del fracasado Comunismo del Siglo XX, que llenó al mundo de muertos y miseria, en nombre de la clase obrera, o sea, los mismos pobres que según Marx, son la sal de la tierra. Cisneros los vuelve polvo con su avaricia y Chávez los envilece con dádivas mezquinas de mercados populares con pan para hoy y hambre para mañana, que nacen de los dólares petroleros.

El retrato de mamá
Felipe Pirela canta boleros, entre otros El retrato de mamá, que exaltan a los pobres, pero enterrándolos en un barranco de ostracismo y postración, al declararlos incapaces (por su condición menesterosa), de conquistar el amor verdadero y de “echar palante”. Pero eso no es verdad. Me remito al ejemplo de Héctor Malavé Mata, que, habiendo nacido sin recursos excesivos en Carúpano (pueblo marinero y gozón del oriente venezolano) se hizo doctor, economista y amigo de la gente buena, porque le dio la gana.
Héctor, noble como el de Troya, estudió en un liceo público (suerte de high school tropical gratuito) llamado “Simón Rodríguez”, donde contribuyó a montar una huelga por razones que sólo la adolescencia permite. Carúpano (que nombre de tambor tan bonito) tenía su oligarquía, como llamaban a la “Petaca”, a la cual pertenecían, entre otros, el abuelo de mi pana Elías Antoni, porque era presidente, creo, de la Cámara de Comercio.
Pero Héctor, sin complejo alguno (y con la plaza de la pepita en la memoria, ese ornamento jardinero que imita con matas la fisonomía del sexo femenino), se dejó de vainas y cuando lo botaron del liceo por culpa de la huelga, se fue a terminar su bachillerato en el estado Táchira, ese ventrículo derecho y andino del corazón venezolano.
Muchos pechos quedaron rotos por la morenura del ahora doctor Malavé Mata, a quien yo debería decirle usted, pero que la Autonomía libertaria de la Universidad Central de Venezuela (que Chávez quiere eliminar), me permite tratar de “tú”.
Bueno. Héctor era pobre pero contradijo a Felipe Pirela, a Chávez y a Cisneros, cuando, saltando del recuerdo de su disminución carupanera, quemado por el sol de playa Copey, soliviantado por su propio deseo de ser gente, se hizo doctor, dejó de ser pobre y le prometió amor eterno a Irene Rodríguez, por cierto, amiga mía.
Héctor Malavé Mata, economista, profesor y bolerólogo, pero, sobre todo, amigo, es la demostración absoluta de que la pobreza es un estado del espíritu, que ni Chávez ni Cisneros saben como resolver. Allá ellos. Me quedó con Héctor, Irene y Carolina, su hija predilecta. Gente de la fibra con la que se enhebran las cosas verdaderas. Vale.

Abel Ibarra
abelibarra@gmail.com