sábado, 17 de noviembre de 2012

Análisis post electoral



Guillermo Descalzi

                                                                                                

 Hemos reelegido a Obama, lo cual dice que la rabia y el rechazo fracasaron como armas para quitarse de encima a este presidente al que algunos odiaron desde un inicio sin entender cabalmente por qué. ¿Cambiará algo tras su reelección? ¿Cambiarán nuestros políticos su forma de hacer política?
 
La extrema derecha republicana ha sido víctima de su propio odio, su rabia, y la falsedad genérica de su candidato. El partido necesita ahora abandonar su odio y su rabia, y es de esperar que ausente Romney se ausente también su falsedad. Sería deseable que el partido volviese a la cordura, pero ya está atrincherándose nuevamente para evitar que se toque a sus protegidos. Su monoteísmo político de una sola verdad divide al país. Es esa verdad según la cual de lo que les sobre a los de arriba les caerá algo a los de abajo. No es así, no necesariamente, porque no hay una sino muchas verdades. Todos tenemos nuestra verdad, y toda verdad necesita ser respetada.
 
Obama se dejó arrollar en la Casa Blanca. No tuvo el valor de su verdad. La verdad es guía y con su signo se vence, pero bajo Obama la Casa Blanca arrió sus signos y cedió. Ese fue su problema, que bajó sus estandartes y enrolló sus verdades “para llevarse bien”. Obama confunde pelea con tenacidad. No tiene por qué pelear, pero debe ser tenaz. Obama no lo fue. Hay una explicación psico-racial para esto. Él quisiera, como primer presidente negro en la historia americana, dejar una imagen conciliadora de su raza en la Oficina Oval. Le importa mucho la decencia de su comportamiento, y quizás eso permitió la enorme brecha que la extrema derecha creó en el gobierno. Quiso evitar la imagen –y lo digo con todo respeto– de un ‘negro peleón’. Sus motivos podrán ser encomiables pero su producto fue fatal. Ser tenaz le es tan difícil que en la Casa Blanca están ahora acostumbrados a izar banderas blancas. Necesitamos cambio, y lo necesitan tanto demócratas como republicanos. Necesitamos dejar de lado la animosidad en la derecha, con todo y su miedo y rabia, y que la Casa Blanca deje de lado su necesidad de complacer y ceder en busca de aceptación.

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