sábado, 28 de julio de 2012

Burgueses multiuso

                                                    
 El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se dirige a sus partidarios durante un acto político en la ciudad de Maracay, el domingo 1 de julio, cuando empezó oficialmente la campaña electoral.

Ariana Cubillos / AP

Américo Martín

 Mientras escribo estas líneas tengo a mi lado dos obras de Marx, Miseria de la Filosofía, escrita en 1847, y el célebre Manifiesto, publicado al año siguiente. Textos polvorientos que guardo con afecto porque llevan varias glosas en pies de página, escritas por mí cuando aún era marxista. Con secreta alegría tropiezo conmigo mismo y encuentro que todavía algo nos une: la pasión por asumir ideas con serenidad sin sacralizar a nadie, sin aceptar acríticamente nada ni endiosar teóricos o líderes. Además, con la convicción de que por las ideas que en un momento dado se tengan bien vale jugarse el tipo. En líneas generales esa fue la manera de ser marxista de la generación política a la que me jacto de pertenecer. Por eso, las sonoras rupturas de los años 1970 no fueron explosiones de súbitas decepciones, sino el resultado de un lento proceso de maduración que estaba destinado a fructificar.


En Miseria…, sin cumplir 30 años y por lo tanto con toda la pasión de la juventud, Marx habla de categorías económicas pero no de “burguesía” como tal. No porque no creyera lo que sabemos que creía de ella, sino porque no la “personalizaba”, la trataba como estamento social, sin ocurrírsele que Proudhon, a quien masacra en esa obra, fuese apenas el micrófono de una clase social. Lo llamó ignorante, lo sacudió, pero no dijo que fuera “la burguesía”, personificación que ha retoñado en el socialismo de Hugo Chávez, ¡112 años después! Por eso, si usted critica el pésimo estado de la vialidad en Monagas, él no le responderá a usted, sino a la burguesía, a la que trata como si fuera una persona que está tomando café en una panadería.


En El Manifiesto, el ríspido escritor alemán alude a partidos de la burguesía y de la clase obrera, considerándolos como personas jurídicas y sin la tonta trasposición directa a ellos de lo que dijeran tales o cuales líderes. Un anacronismo el de Marx desmentido por la historia, pero no exento de cierto rigor analítico, que perdieron los fundamentalistas de hoy.


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