Alonso Moleiro es uno de los comunicadores jóvenes más lúcidos de nuestro entorno. No podía ser de otro modo si es hijo de Moisés Moleiro, quien hizo vibrar el Congreso de la República, en tiempos de la Democracia Civil, con sus discursos pletóricos de talento, cultura y sentido del humor. En estos días leí un muy valioso artículo de Alonso en el vespertino Tal Cual de Caracas, en el cual aludía a la valentía e integridad personal del Che Guevara. Pero yo creo que ya estamos en el tiempo de desmitificar a ese aventurero desmesurado que fue el argentino de Rosario. La verdad es que el Che fue un guerrillero fracasado (Africa y Bolivia –en Cuba se arropó en el éxito de Castro); un médico sin vocación; un sujeto cruel que en el cuartel de La Cabaña de La Habana, se complació en fusilar a centenares de adversarios sin fórmula de juicio; un funcionario público incompetente e irresponsable; un hombre dogmático enamorado de la violencia, como quedó registrado en su diario: “un revolucionario verdadero debe convertirse en una fría máquina de matar”…Eso sí, el Che tuvo gran habilidad para armar frases efectistas, para exprimir su carisma y hacer un eficiente marketing de sí mismo. Entre el aparato de propaganda de la izquierda internacional, y, la industria cultural del capitalismo, han convertido al Che en un ícono universal, los primeros por razones ideológicas y los segundos por mercantiles: para venderle gorras, franelas y medallitas a los ávidos de proyectar una imagen rebelde.
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