sábado, 16 de julio de 2011

La serpiente que se muerde la cola



Abel Ibarra

Un artículo de Napoleón Linardatos sobre la crisis financiera en Grecia y una película, “Invictus”, de Clint Eastwood, son el Alpha y el Omega, se me ocurre, de una situación que en nuestro mundo actual expresa el acto en que una serpiente, el Ouroboros, se muerde la cola para mostrarnos un tiempo histórico de contradicciones y paradojas con un comienzo equívoco y final impredecible.
Explica Linandatos, cuyo pedigrí intelectual queda oculto en la grafía griega de su blogpost (a pesar de que el artículo aparece en inglés), que el actual despeñadero del imperio arcaico no es otra cosa que el resultado de una política económica que comenzó hace treinta años cuando un académico carismático con poca o ninguna experiencia de gobierno, Andreas Papandreu, se convirtió en Primer Ministro bajo la consigna del cambio.
El gobierno del socialista apeló al consabido arsenal ideológico que más de una vez ha conducido al desastre de los países que lo han adoptado, como la creación de un sistema de salud subsidiado por el gobierno (léase Estado), el aumento del empleo en el sector público, la nacionalización de empresas y el incremento de las dádivas a guisa y manera de los gobernantes, para mantener la ilusión de  bonanza y de crecimiento económico.
El caso es que los platos rotos por el padre los está pagando actualmente el hijo, George Papandreu, quien también puso algo de su propia inspiración al utilizar los fondos aportados por la Unión Europea (obtenidos a muy bajas tasas de interés), para aumentar el tamaño del Estado (léase gobierno), incrementando su control sobre la sociedad griega, llevando hasta el paroxismo la creación de empleos en organismos públicos y empresas nacionalizadas, que no producen beneficio alguno.
Pero el saco comenzó a romperse en mayo del 2010 cuando la Unión Europea exigió a Grecia subsanar el déficit de una economía estancada por el estatismo, mediante los cortes presupuestarios y el incremento de los impuestos y, el “pueblo revolucionario”, socialista y pluscuamperfecto, se lanzó a la calle a protestar porque se había secado la ubre de la que mamaba sin tener que trabajar demasiado.
Esa es la boca de la serpiente que se está tragando a Grecia y si cambiamos de escenario colocándolo en Venezuela, cambiando el aporte financiero de la Unión Europea por los fondos que provienen del petróleo, el resultado es el mismo, sólo que las cifras tiradas al desmadre del clientelismo (se habla de 1200 billones de dólares) no caben en las manos de los millones de empleados públicos que crecieron como hongos y los miembros de las comunas que sólo saben contar con los dedos.
La cola de la misma serpiente aparece en una escena de  “Invictus”, en la que la hija de Mandela le reclama el hecho de que en su gobierno participen los mismos policías que allanaron su casa en el pasado, a lo que Mandela responde con el argumento de la reconciliación para sanar las heridas que dejó el Apartheid, tan cruento como la exclusión a la que hemos sido sometidos los venezolanos.
Será el mismo trago amargo que tendremos que aprender a beber perdonando a los chavistas de a pie cuando salgamos de esta pesadilla, porque a sus jefes, los arquitectos e ingenieros del desastre y sus cómplices, la serpiente les está devorando las entrañas.