Aquí se usan drogas de todo tipo, nadie lo puede negar. El instituto nacional de la salud recientemente reconoció algo que debe ponernos los pelos de punta a todos: que las muertes por sobredosis de drogas legales sobrepasan aquellas de drogas ilegales. Veo aterrado, apabullado, como la industria farmacéutica empuja sus productos por televisión. Los empuja directamente al público. Empujan pastillas para dormir, pastillas para la depresión, pastillas para la ansiedad, pastillas para la virilidad, compuestos químicos para una y otra cosa. Somos el país más drogadicto del mundo, el que más droga consume, legal e ilegal.
Es tiempo de reconocer que el pusher, como le llaman en inglés al que empuja la droga, está en ambos lados de la ley. En un lado, en el de la ilegalidad, empujan el crack y la cocaína, la heroína y la morfina, el éxtasis y la marihuana. En el otro lado, el legal, empujan en prime time la Livitra y el Zoloft, el Prilosec y el Claritin, el Ambien y el Nasonex, y tantos fármacos más que tendría para llenar la página entera con sus nombres. Inhaladores y pomadas, pastillas y jarabes, todo legal, muy legal, empujados por televisión a un público al que se le aconseja que de necesitarlo lo pida a su médico.
