jueves, 17 de marzo de 2011

Carpintero a tus zapatos


Abel Ibarra

Para poner el dedo en la llaga de las inconsistencias vocacionales, mi hermano Román suele burlarse por igual de equivocados (algunos más o menos ingenuos) y de usurpadores de oficio, con una pategallina retórica: “carpintero a tus zapatos”.

Algo del gazapo argumental rezuma en el fondo de dos situaciones diametralmente opuestas que acaban de ocurrir en Miami, una atenida a los asuntos inherentes a este Imperio de la Democracia que es los Estados Unidos: la destitución por vía de referendo del alcalde Carlos Álvarez y, la otra, amarrada como las cuerdas del títere a la voluntad del titiritero, la destitución por vía viscosa, por arte de birlibirloque tramposo, del cónsul general de Venezuela en la Florida, el militar retirado Antonio Hernández Borgo, alias “motolito”, es decir (según el criterio ontológico del colaborador de La Gaceta”, Alexis Ortiz), un “tira la piedra y esconde la mano”.

El primer evento, aunque con la exigua participación de un diez por ciento del electorado, fue la celebración democrática de un referendo revocatorio del mandato de Carlos Álvarez, quien resultara promovido y electo para el cargo en razón de su exitosa carrera como policía.

Los señalamientos contra Álvarez, aun cuando no conforman un delito, fueron el incremento de los impuestos en un diez por ciento, el aumento del sueldo a altos funcionarios de la alcaldía en una cantidad significativa para el erario público y la aprobación de un nuevo estadio para los Marlins de Florida, trámite al cual fue conducido bajo engaño por su administrador y directivos del equipo de béisbol, quienes le hicieron creer al alcalde que estaban en bancarrota.

Al final, Carlos Álvarez admitió que se había equivocado y que sentía alivio al serle retirado el mandato por esa vía, en una actitud decente que habla bien de su talante democrático y su bonhomía, pero pone las cosas en su lugar: la “política” es una profesión bien específica para la cual no bastan el carisma y las “ganas” voluntariosas de participar en ella, también exige de quienes se atrevan a lanzarse a ese ruedo de vaivenes no siempre agradables, de una preparación claramente “específica” orientada hacia la vocación de servicio público y sentido administrativo, porque, en resumidas cuentas, un alcalde no es únicamente el que gana las elecciones, hace discursos y detenta el poder sino, sobre todas las cosas, es el “conserje” de la ciudad, así como suena, sin boato ni esplendor.

El caso de Hernández Borgo está en las antípodas de lo deseablemente decoroso por el hecho de estar vinculado con claros casos de corrupción, tales como presuntos cobros ilegales por la expedición de pasaportes, compras irregulares de teléfonos satelitales, el nombramiento de personal en funciones consulares sin autorización del Departamento de Estado (ay mamá) y pagos de auxilios a familiares de funcionarios, entre otros.

El remedio ha sido su destitución, pero lubricada con el aceite de las intrigas palaciegas en las cuales su amo, dueño y señor, Hugo Chávez, lo saca del juego (cree él) por vía de su dedo autocrático e incontestable con la única intención de esconder el pillaje, mientras Antonio Hernández Borgo trata de sacarle “el poto a la jeringa”, sin atender las llamadas que le hace la prensa para que aclare la situación, como todo cobarde que se vuelve patán cuando está en el poder y se esconde cuando pierde el favor de los mentores que se convirtieron en dueños de su vida.

Y así ocurrirá en su momento con todos los palafreneros del régimen y con el dueño mismo de este circo de desmadres que es el “Socialismo del Siglo XXI”. Vale.