LA DEMOCRACIA EN AMERICA
Por Alexis Ortiz.
En los años cincuenta del siglo pasado, una conseja popular decía que Franklin Delano Roosevelt había demostrado que no cualquiera podía ser presidente de los Estados Unidos; que Harry Truman a su vez, demostró que cualquiera podía ser presidente de este país; y Ike Eisenhower, que los EEUU podían funcionar bien sin presidente.
Y la verdad es que la Democracia en América, magistralmente descrita por el tratadista Tocqueville, en oposición al desbarajuste francés, sigue siendo un modelo idóneo que puede funcionar con mandatarios de poco vuelo como Truman, Eisenhower, Ford y Carter y que puede permitirse incluso, colocar en la presidencia a un político bisoño, con un discurso de cambio inconsistente y sin comprensión de las complejidades planetarias, como el señor Barack Obama.
En las elecciones primarias que actualmente se desarrollan en los EEUU, se revelan algunas falencias como el discurso sin compromiso, para todos los gustos, de algunos precandidatos; el peso excesivo entre los republicanos del radicalismo religioso; el dinero como factor vital de las campañas de ambos partidos; la conversión de la política en show mediático; y la pueril dependencia de los candidatos con respecto a encuestas y asesores electorales.
Lo lamentable es que todas esas fallas que hemos observado en el proceso norteamericano, en mayor o menor medida, se repiten en España, Francia, Brasil, México, Japón, la India, Suráfrica, Israel, Gran Bretaña y dondequiera que se haya implantado el modo de vida democrático.
Pero hay mucho de positivo en esta Democracia norteamericana saludable y robusta. Las elecciones primarias en sí mismas, como mecanismo de participación del pueblo en la selección de sus candidatos, es un hecho paradigmático. Lo mismo se puede decir de los debates entre los aspirantes, esa obligación de discutir frente a los electores, que tanto fortalece al sistema democrático (en estos días un periodista madrileño amigo, se me quejaba de que los líderes del PSOE y el PP son refractarios a los debates públicos entre ellos).
Se debe destacar también el coraje del partido Demócrata norteamericano, que se atrevió a desafiar los prejuicios y supersticiones políticas de sectores atrasados, al promover las precandidaturas de una mujer, Hillary Clinton; un negro, Barack Obama; y un hispano, Bill Richardson. El hispano ya se retiró, pero el afroamericano y la dama podrían terminar despachando en la sala oval de la Casa Blanca.
Y otro ejemplo positivo a reasaltar, es el desempeño del senador John McCain como aspirante republicano. El ha logrado aventajar a contendientes con más dinero, a otros favoritos del radicalismo religioso, y a los consentidos de los medios de comunicación social.
El caso de McCain, héroe de guerra y veterano senador, es muy interesante. Este aspirante entiende la importancia del esfuerzo bipartidista para enfrentar retos espinosos como los de una solución compasiva para el problema de la inmigración; la reactivación económica sin sacrificio del libre mercado en tiempos pre-recesivos; y sobre todo, el descomunal desafío del terrorismo internacional.
Además el senador por Arizona ha proclamado sin ambages que, para salvar el futuro de los EEUU, hay que asumir como aliados naturales a los países de su mismo continente, es decir, los nuestros de Iberoamérica.
El senador McCain expresó así sus temores ante las posturas de los precandidatos del partido Demócrata:
“Presentan un cuadro del mundo en el que los errores de los Estados Unidos, son una mayor amenaza para nuestra seguridad, que las intenciones malévolas de un enemigo que nos desprecia a nosotros y a nuestros ideales”.
jalexisortiz@hotmail.com
Por Alexis Ortiz.
En los años cincuenta del siglo pasado, una conseja popular decía que Franklin Delano Roosevelt había demostrado que no cualquiera podía ser presidente de los Estados Unidos; que Harry Truman a su vez, demostró que cualquiera podía ser presidente de este país; y Ike Eisenhower, que los EEUU podían funcionar bien sin presidente.
Y la verdad es que la Democracia en América, magistralmente descrita por el tratadista Tocqueville, en oposición al desbarajuste francés, sigue siendo un modelo idóneo que puede funcionar con mandatarios de poco vuelo como Truman, Eisenhower, Ford y Carter y que puede permitirse incluso, colocar en la presidencia a un político bisoño, con un discurso de cambio inconsistente y sin comprensión de las complejidades planetarias, como el señor Barack Obama.
En las elecciones primarias que actualmente se desarrollan en los EEUU, se revelan algunas falencias como el discurso sin compromiso, para todos los gustos, de algunos precandidatos; el peso excesivo entre los republicanos del radicalismo religioso; el dinero como factor vital de las campañas de ambos partidos; la conversión de la política en show mediático; y la pueril dependencia de los candidatos con respecto a encuestas y asesores electorales.
Lo lamentable es que todas esas fallas que hemos observado en el proceso norteamericano, en mayor o menor medida, se repiten en España, Francia, Brasil, México, Japón, la India, Suráfrica, Israel, Gran Bretaña y dondequiera que se haya implantado el modo de vida democrático.
Pero hay mucho de positivo en esta Democracia norteamericana saludable y robusta. Las elecciones primarias en sí mismas, como mecanismo de participación del pueblo en la selección de sus candidatos, es un hecho paradigmático. Lo mismo se puede decir de los debates entre los aspirantes, esa obligación de discutir frente a los electores, que tanto fortalece al sistema democrático (en estos días un periodista madrileño amigo, se me quejaba de que los líderes del PSOE y el PP son refractarios a los debates públicos entre ellos).
Se debe destacar también el coraje del partido Demócrata norteamericano, que se atrevió a desafiar los prejuicios y supersticiones políticas de sectores atrasados, al promover las precandidaturas de una mujer, Hillary Clinton; un negro, Barack Obama; y un hispano, Bill Richardson. El hispano ya se retiró, pero el afroamericano y la dama podrían terminar despachando en la sala oval de la Casa Blanca.
Y otro ejemplo positivo a reasaltar, es el desempeño del senador John McCain como aspirante republicano. El ha logrado aventajar a contendientes con más dinero, a otros favoritos del radicalismo religioso, y a los consentidos de los medios de comunicación social.
El caso de McCain, héroe de guerra y veterano senador, es muy interesante. Este aspirante entiende la importancia del esfuerzo bipartidista para enfrentar retos espinosos como los de una solución compasiva para el problema de la inmigración; la reactivación económica sin sacrificio del libre mercado en tiempos pre-recesivos; y sobre todo, el descomunal desafío del terrorismo internacional.
Además el senador por Arizona ha proclamado sin ambages que, para salvar el futuro de los EEUU, hay que asumir como aliados naturales a los países de su mismo continente, es decir, los nuestros de Iberoamérica.
El senador McCain expresó así sus temores ante las posturas de los precandidatos del partido Demócrata:
“Presentan un cuadro del mundo en el que los errores de los Estados Unidos, son una mayor amenaza para nuestra seguridad, que las intenciones malévolas de un enemigo que nos desprecia a nosotros y a nuestros ideales”.
jalexisortiz@hotmail.com