Abel Ibarra
“La muerte vino a la tierra a beber sangre y sudor”, dice una canción de la Nueva Trova Cubana cantada por Sara González…
La muerte de Oswaldo Payá no significa otra cosa que el regusto por la necrofilia que se adueñó de Cuba con la revolución y su desiderátum es asegurarse la permanencia de la muerte más a allá de la muerte. Yoany Sánchez tiene razón cuando afirma que el dirigente opositor hará mucha falta en el proceso de transición, evento que ha tomado matices estrepitosos si nos atenemos a los gritos de libertad que el pueblo mostró en los funerales del dirigente. Cuando se precipiten los hechos inevitables que darán al traste con esa dictadura cincuentenaria, Payá estará dos veces muerto, porque ahora no podrá librarse del silencio que siempre quisieron imponerle con amenazas, cárceles y hostigamiento. Pero quedará su memoria como la flama antigua y nueva de los libertarios.
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