viernes, 18 de noviembre de 2011

Sin sentido


Manifestantes del movimiento Ocupen Wall Street trasladan carteles después de ser desalojados por la policía del parque Zucotti, en Nueva York, el martes.

Pedro Caviedes

Hay imágenes que se nos quedan grabadas de por vida. Imágenes que por su fuerza, horror o belleza se incrustan en nuestras memorias. Pienso que ver por primera vez el cielo reflejado en el río Sena en París, es de las más bellas. No creo que quien vio pueda olvidarse del horror de la caída de las Torres Gemelas. Entre ese cúmulo de imágenes terroríficas que se almacenan en mi cerebro, unas han regresado los últimos días. El hombre apostado frente a los tanques chinos en la plaza de Tianamen; los tanques soviéticos invadiendo Checoslovaquia, cortando de un tajo la Primavera de Praga; la turba de agentes del estado vestidos de civiles atacando a las Damas de Blanco en Cuba; las protestas apagadas por la guardia nacional en Caracas. Todas imágenes de represión, provenientes de países que estuvieron o están bajo regímenes dictatoriales, donde no existe, o no existía, la democracia, y las personas no tienen, o no tenían, derecho a la libre expresión.

Nunca imaginé ver algo así en Estados Unidos. Yo puedo no estar de acuerdo con los postulados del Tea Party, no estar de acuerdo con que todo lo malo que nos sucede es culpa del Estado, con que las corporaciones no deban ser reguladas, con que los inmigrantes que no tienen papeles son unos criminales, con el intento de abolir los derechos de sus hijos a ser educados, con la idea de que el gobierno no debe ayudar a nadie y que todo debe privatizarse. Pero nunca me opondré a que los miembros del Tea Party salgan a protestar pacíficamente en el lugar público que les venga en gana. Porque de eso precisamente se trata la democracia, duélale a quien le duela.

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