sábado, 24 de septiembre de 2011

Tiempos de terrorismo


Desde la alborada de la humanidad el hombre vivió cercado por el terror. Miedo a sus semejantes que solo podían expresarse por la violencia, y pánico frente a una naturaleza indescifrable e imbatible.
Y en su discurrir por la historia, mientras avanzaba el proceso civilizatorio, los humanos tropezaron inexorablemente con el terrorismo, como un flagelo inevitable, un rasgo casi consustancial a la condición humana. En verdad el llamado afectuosamente noble salvaje, siempre se comportó con más salvajismo que nobleza.
En la antiguedad los sicarios de Israel, en la edad media la secta musulmana de los asesinos shiitas y la hindú de los seguidores de la destructiva diosa Kali, más tarde el terror de Robespierre y Saint Just durante la Revolución Francesa y el de la restauración Meiji en las postrimerías del siglo XIX japonés, hasta el Ku Klux Klan de los nostálgicos del esclavismo en EEUU, la presencia del hombre ha estado rodeada del empeño en imponer su voluntad, individual o colectiva, mediante un formato de terror.
Los espacios contemporaneos se inauguraron con una guerra mundial, la primera, detonada por el crimen en Sarajevo, en 1914, del archiduque Francisco Fernando de Harsburgo. Con los años vino el terrorismo de estado, deliberado y programado, de Nazis (Gestapo), fascistas, comunistas (KGB, Stasi, G2) y sonoros atentados como el del avión de Pan American en Lockerbie, Escocia, financiado por la Libia de Khadafi,  los de extremistas protestantes y católicos (IRA) en Irlanda del Norte, World Trade Center de Nueva York en 1993, contra la agencia judía argentina (AMIA) dirigido por un actual ministro iraní y contra la delegación olímpica de Israel en los juegos de Munich del año 72.
Fueron los años de los Tupamaron en Uruguay, Septiembre Negro en Jordania, OLP en Palestina, el ERP en Argentina, banda Baader Meinhoff en Alemania, Ejército Rojo en Japón, Brigadas Rojas en Italia que anunciaron a la ETA de España, las FARC y ELN de Colombia y Sendero Luminoso de Perú, entre otros.
Hoy el terrorismo, en su version fanática musulmana, parece haber sustituido al comunismo como más peligroso desafío a la convivencia democrática planetaria. Sobre todo si consideramos que hay una alianza, a veces visible, otras borrosa, entre los terroristas musulmanes (Al qaeda, Hamas, Hezbola, Yihad, gobiernos de Khadafi , Siria y teocracia persa) y sus congeneres de las FARC, ETA, el narcotráfico y los regimenes de Bielorrusia, Bolivia, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
El terrorismo de estos tiempos es un enemigo sin rostro y sin alma, escurridizo, implacable, sin límites a la hora de la violencia extrema, que asesina por igual en Oklahoma, Madrid, Londres o Noruega, con suficiente organización  y autonomía de acción como para atacar al Pentágono o volar las Torres Gemelas y hasta producir genocidios en Sudán y otros lugares.
El presidente Obama dijo con ocasion del 9-11, que los terroristas  ¨no son rivales para el temple de los norteamericanaos¨, no le falta razón, pero hay que disponerse a enfrentar ese reto del terror con la acción mancomunada de las naciones democráticas.