A un año de la muerte de Orlando Zapata Tamayo en una huelga de hambre en Cuba contra el despotismo de los hermanos Castro, se aprecia el valor de la inmolación de ese patriota. La muerte de Zapata denunció al mundo, más que cualquier otro hecho, la opresión y el fracaso del comunismo cubano. Algo parecido se puede afirmar de la huelga que hicieron los estudiantes venezolanos para reclamar la presencia de la OEA, para constatar los abusos y la corrupción del gobierno de Chávez. El gesto heroico de los jóvenes no sólo obligó al mandón comunista de Venezuela a hacer concesiones, sino que desnudó frente a la opinión internacional la textura tiránica de ese régimen que quiere hacerse pasar por democrático.