CARLOS BALL
Varias instituciones gubernamentales se dedicaron por más de una década a fomentar la concesión de créditos hipotecarios a personas que no contaban con los ingresos necesarios para cumplir con los pagos de las casas y apartamentos que adquirirían. Pero como año tras año aumentaba el precio de las propiedades inmobiliarias, tanto los prestamistas como los constructores, los compradores y las agencias reguladoras del gobierno pensaban que el porcentaje de familias con casa propia seguiría creciendo indefinidamente, sin tomar en cuenta los riesgos asumidos.
Cuando la burbuja hipotecaria explotó, los afectados no fueron solamente las empresas constructoras, los corredores de propiedades y quienes emitieron los préstamos originales