El Día del Amor
Escrito por Rev. Martín Añorga
La Madre Teresa de Calcuta escribió unas palabras que proveen un adecuado marco para que hablemos del amor: “Comparte tu amor adonde quiera que vayas –decía la contemporánea santa-, primero con los de tu propio hogar. Dale amor a tus hijos, a tu esposa o esposo, a los vecinos que te rodean. Nunca permitas que alguien venga a ti, y se te aparte sin que lo hayas hecho mejor o más feliz. Sé la expresión viva de la ternura de Dios. Haz que haya dulzura en tu rostro y en tus ojos. Sé amable en tu sonrisa y amable en tu cálido contacto con los demás”.
Recuerdo la ocasión en que por única vez vi a la Madre Teresa. El Movimiento Pro-Vida, integrado por personas que de tal manera aman la vida, que aman a los que aún no han nacido, celebró en el antiguo Hotel Ovni un desayuno para recibir a la dama de fe que había echado su suerte con los desamparados del mundo. Me correspondió el privilegio de extenderle una mano para que subiera a la plataforma. Era una mujer pequeña, pequeñísima. Tenía su espalda encorvada y el rostro marcado por líneas que hablaban de desvelo y sufrimiento. Su vestimenta humilde y su alimento frugal la hacían aparecer como una mística de viejas épocas, pero cuando ascendió a la tribuna su voz llenó el espacio, no porque fuera fuerte o estruendosa, sino porque era tenuemente dulce, amorosamente suave. De todo lo que dijo recuerdo con preferencia esta expresión: “la gente que más necesita nuestro amor es la que aparentemente menos lo merece”.
continua
http://www.libreonline.com/home/index.php?option=com_content&task=view&id=4280&Itemid=35
Escrito por Rev. Martín Añorga
La Madre Teresa de Calcuta escribió unas palabras que proveen un adecuado marco para que hablemos del amor: “Comparte tu amor adonde quiera que vayas –decía la contemporánea santa-, primero con los de tu propio hogar. Dale amor a tus hijos, a tu esposa o esposo, a los vecinos que te rodean. Nunca permitas que alguien venga a ti, y se te aparte sin que lo hayas hecho mejor o más feliz. Sé la expresión viva de la ternura de Dios. Haz que haya dulzura en tu rostro y en tus ojos. Sé amable en tu sonrisa y amable en tu cálido contacto con los demás”.
Recuerdo la ocasión en que por única vez vi a la Madre Teresa. El Movimiento Pro-Vida, integrado por personas que de tal manera aman la vida, que aman a los que aún no han nacido, celebró en el antiguo Hotel Ovni un desayuno para recibir a la dama de fe que había echado su suerte con los desamparados del mundo. Me correspondió el privilegio de extenderle una mano para que subiera a la plataforma. Era una mujer pequeña, pequeñísima. Tenía su espalda encorvada y el rostro marcado por líneas que hablaban de desvelo y sufrimiento. Su vestimenta humilde y su alimento frugal la hacían aparecer como una mística de viejas épocas, pero cuando ascendió a la tribuna su voz llenó el espacio, no porque fuera fuerte o estruendosa, sino porque era tenuemente dulce, amorosamente suave. De todo lo que dijo recuerdo con preferencia esta expresión: “la gente que más necesita nuestro amor es la que aparentemente menos lo merece”.
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