jueves, 28 de agosto de 2008

OLIMPIADAS PARA OLVIDAR




OLIMPIADAS PARA OLVIDAR
Por Alexis Ortiz.

A diferencia de las treguas olímpicas de la Grecia antigua, los juegos de Pekín no detuvieron el zarpazo ruso en Georgia, los terrorista suicidas de Irak y Afganistán, ni las violentas amenazas de los neocomunistas de este continente. Y para completar el marco belicoso del festival deportivo mundial en China, el gobierno de ese país se encargó de perpetrar una feroz represión en el Tibet, unas semanas antes de la competencia.
Pero las Olimpíadas de Pekín fueron muy vistosas y deslumbraron al planeta. Desde el punto de vista de la organización y despliegue técnico, disposición de las instalaciones, asistencia de público y cobertura planetaria, el evento fue todo un éxito.
Además, los anfitriones dominaron ampliamente los juegos, al obtener quince medallas de oro más que los que obtuvieron el segundo lugar, la delegación de Estados Unidos. En verdad todo pareció ser fiesta, espíritu deportivo y colorido en Pekín, salvo algunos detalles que no es ocioso comentar.
El primero es que los chinos invirtieron unos siete millones de dólares en la preparación de cada uno de los atletas ganadores de medalla de oro, y que premiarán con $ 51 000 a cada ganador. Eso no es censurable porque si un país dispone de los recursos, no es malo que los invierta en mejorar la competitividad de sus atletas de alto rendimiento.
Lo malo está es que lo jóvenes que prepararon para escoger la delegación china, unos 400 mil, fueron prácticamente secuestrados a sus familias desde niños y sometidos durante años a un sistema de entrenamiento semi-esclavo, para asegurarse el primer lugar olímpico.
Hubo otros lunares en el evento, como el engaño al mundo con la pirotecnia de la inauguración, la humillación a dos niñas: usaron la voz de una y la imagen de otra en la canción inaugural, a una no la consideraron suficientemente bonita y a la otra cantante idónea; la desaparición de los disidentes de las cercanías de los estadios y gimnasios y, por añadidura, la contaminación del aire pekinés que no pudo ser controlada.
Muestras de su vigor y perversidad dio entonces, en estas Olimpíadas, el modelo chino: despotismo político –comunista- y democracia económica –capitalista-. Un arroz con mango insostenible que algún día les estallará en la cara a los burócratas del partido Comunista de esa nación de naciones.
Pero ocurrieron otras cosas dignas de mención , como la subestimación de los contrarios que condujo a que Brasil en fútbol femenino, Estados Unidos en softbol de mujeres y Cuba en Boxeo y béisbol, perdieran medallas de oro. Y entre lo positivo las ocho doradas del norteamericano Phelps y la del luchador Cejudo, estadounidense hijo de padres mexicanos indocumentados en EEUU.
No podían faltar, desde luego, las falacias del déspota cubano, Fidel Castro, quien para justificar el fracaso de su delegación en Pekín (pasaron del puesto 11 al 28), alegó una conspiración contra Cuba, y hasta disculpó la bochornosa agresión del atleta cubano Volodia Matos a un árbitro.
El vociferante caudillo venezolano Hugo Chávez, fue otro que salió con las tablas en la cabeza. Se empeñó en politizar la delegación de Venezuela, prometer cinco medallas del “oro bolivariano” y al final, el resultado fue decepcionante. Sólo una medalla de bronce conquistó Venezuela y la logró, precisamente y para vergüenza del charlatán presidente, una atleta que no esconde su filiación antichavista.
Y por último los Estados Unidos tienen que revisar sus programas, perdieron en Pekín la hegemonía mundial en el deporte. Eso no es una leve cicatriz en la imagen de la primera potencia del orbe.

jalexisortiz@hotmail.com