OBAMA: EL CANDIDATO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Por Alexis Ortiz.
Desde que se fueron Jorge Luis Borges y Octavio Paz, me quedan pocos héroes intelectuales, entre ellos están Mario Vargas Llosa, del Perú y el venezolano Teodoro Petkoff. Pero algunas veces los sujetos que admiramos patinan con alguna frase infeliz.
Así ocurrió cuando Teodoro, en franca negación de su lucidez habitual, perdió una buena oportunidad de quedarse callado, al encontrar parecidos entre Uribe y el hiperbólico Chávez.
Y también en un reciente libro reportaje de Vargas Llosa sobre el medio oriente, en el cual parece no percatarse que el principal problema de los palestinos no son los judíos, sino sus propios líderes, desde hace décadas empeñados en chapotear en el odio, la guerra y la veneración de la muerte.
Y ahora sucede de nuevo con el sin duda luminoso Vargas Llosa, quien en estos días en Venezuela, en las mismas declaraciones en las que pulveriza la demagogia chavista, resbala con esta afirmación sobre el candidato Barack Obama:
“Es un magnífico orador, un hombre de ideas, de argumentación razonada. Su victoria sería buena para Latinoamérica y para el mundo”.
Coincidimos con Vargas Llosa en lo de la capacidad oratoria de Obama –aunque más bien de manipulador efectista cual pastor televisivo. Pero habría que averiguar el paradero de las ideas que nuestro admirado Vargas Llosa descubrió en Obama.
Otras dos personas que respeto mucho, Horacio Medina, el líder de los petroleros venezolanos atropellados por Chávez, y el escritor liberal cubano Carlos Alberto Montaner, a su vez desterrado por Fidel Castro, ven a Obama de un modo distinto.
Horacio suele decir que Obama “no es más que un populista tropical que habla en inglés”, mientras que Carlos Alberto en días pasados escribió:
“¿Qué dijo realmente? Frases huecas espléndidamente estructuradas y muy bien dichas en su poderosa voz de barítono. Los expertos corrieron hacia los dos libros por él publicados. Ni una sola señal. Europa no parecía interesarle cuando los escribió. Tampoco América Latina. No hay vestigios de que haya reflexionado seriamente sobre el concepto clave de la historia en los últimos cien años: la existencia de una entidad llamada el mundo occidental”.
Y como Obama tiene una carrera política corta y sin laude ni vituperio, como hubiera podido decir el Dante. Si no tiene experiencia como ministro, alcalde, gobernador y la de senador es además de breve plomiza. Si no ha sido un empresario, deportista, publicista, filósofo, economista, literato y ni siquiera pastor evangélico de éxito, la respuesta a su auge candidatural la encontramos en factores que les son foráneos.
Se trata del encuentro más o menos azaroso de una creciente necesidad de cambio, que de modo confuso y hasta supersticioso anida en nuestros contemporáneos, con el empeño de los medios de comunicación, siempre con su viciosa inclinación a anquilosar estereotipos, en exaltar en política a los outsiders contra los profesionales.
Para los medios el político profesional, con experiencia y carrera probada, siempre es el malo, mientras que el bueno es el no político, el nuevo, el incontaminado, no importa que se esté buscando un titular para la más política de las funciones: la Presidencia de una nación.
jalexisortiz@hotmail.com
Por Alexis Ortiz.
Desde que se fueron Jorge Luis Borges y Octavio Paz, me quedan pocos héroes intelectuales, entre ellos están Mario Vargas Llosa, del Perú y el venezolano Teodoro Petkoff. Pero algunas veces los sujetos que admiramos patinan con alguna frase infeliz.
Así ocurrió cuando Teodoro, en franca negación de su lucidez habitual, perdió una buena oportunidad de quedarse callado, al encontrar parecidos entre Uribe y el hiperbólico Chávez.
Y también en un reciente libro reportaje de Vargas Llosa sobre el medio oriente, en el cual parece no percatarse que el principal problema de los palestinos no son los judíos, sino sus propios líderes, desde hace décadas empeñados en chapotear en el odio, la guerra y la veneración de la muerte.
Y ahora sucede de nuevo con el sin duda luminoso Vargas Llosa, quien en estos días en Venezuela, en las mismas declaraciones en las que pulveriza la demagogia chavista, resbala con esta afirmación sobre el candidato Barack Obama:
“Es un magnífico orador, un hombre de ideas, de argumentación razonada. Su victoria sería buena para Latinoamérica y para el mundo”.
Coincidimos con Vargas Llosa en lo de la capacidad oratoria de Obama –aunque más bien de manipulador efectista cual pastor televisivo. Pero habría que averiguar el paradero de las ideas que nuestro admirado Vargas Llosa descubrió en Obama.
Otras dos personas que respeto mucho, Horacio Medina, el líder de los petroleros venezolanos atropellados por Chávez, y el escritor liberal cubano Carlos Alberto Montaner, a su vez desterrado por Fidel Castro, ven a Obama de un modo distinto.
Horacio suele decir que Obama “no es más que un populista tropical que habla en inglés”, mientras que Carlos Alberto en días pasados escribió:
“¿Qué dijo realmente? Frases huecas espléndidamente estructuradas y muy bien dichas en su poderosa voz de barítono. Los expertos corrieron hacia los dos libros por él publicados. Ni una sola señal. Europa no parecía interesarle cuando los escribió. Tampoco América Latina. No hay vestigios de que haya reflexionado seriamente sobre el concepto clave de la historia en los últimos cien años: la existencia de una entidad llamada el mundo occidental”.
Y como Obama tiene una carrera política corta y sin laude ni vituperio, como hubiera podido decir el Dante. Si no tiene experiencia como ministro, alcalde, gobernador y la de senador es además de breve plomiza. Si no ha sido un empresario, deportista, publicista, filósofo, economista, literato y ni siquiera pastor evangélico de éxito, la respuesta a su auge candidatural la encontramos en factores que les son foráneos.
Se trata del encuentro más o menos azaroso de una creciente necesidad de cambio, que de modo confuso y hasta supersticioso anida en nuestros contemporáneos, con el empeño de los medios de comunicación, siempre con su viciosa inclinación a anquilosar estereotipos, en exaltar en política a los outsiders contra los profesionales.
Para los medios el político profesional, con experiencia y carrera probada, siempre es el malo, mientras que el bueno es el no político, el nuevo, el incontaminado, no importa que se esté buscando un titular para la más política de las funciones: la Presidencia de una nación.
jalexisortiz@hotmail.com