NESTOR KIRCHNER NO SOPORTO A MARTIN LOSTEAU
Por Alexis Ortiz.
En verdad el peronismo argentino no inventò el clientelismo polìtico, pero si ha logrado mucho virtuosismo en su pràctica. Tanto asì que si no existiera Hugo Chàvez, con su manirrotismo demencial, los peronistas serian sin duda campeones mundiales en esa disciplina tercermundista (o mejor: indisciplina) del clientelismo.
Desde su caudillo fundador y su delirante socia Evita, hasta el extravagante Menen y el insufrible Nestor Kirchner, el peronismo es un cocktail de demagogia, autoritarismo y uso de los dineros pùblicos para comprar votos y simpatìas.
Por eso cuando nos enteramos que el joven economista Martín Lousteau habìa aceptado ingresar al gabinete de la señora Kirchner, sentimos, al propio tiempo, una inevitable alegrìa y un frìo en el espinazo.
Alegrìa porque se exaltaba a la gerencia de la economía de un paìs tan importante y querido como Argentina, un muchacho talentoso, moderno, de formación sòlida y carrera fulgurante. Un joven que conoce el oficio y estaba dispuesto a trabajar con patriotismo.
Ademàs, la noticia que tenemos de Lousteau, nos lo presenta como un profesional prudente. Sin extremismos liberales ni desmesuras keynesianas. En fin, un hombre maduro a despecho de su juventud, dispuesto a escuchar a propios y extraños y, desde luego, a trabajar en equipo.
Y aquì es donde entra lo del frìo en la mera mitad de los huesos de la espalda. Aunque deseàbamos estar equivocados, la experiencia nos indicaba que era imposible que el joven Lousteau, con su decencia e ilusiones, pudiera encajar en un equipo donde il capo di tutti capi, Nestor Kichner, no tolera aliados crìticos sino sargentos obedientes.
Total que, como esperàbamos muy a nuestro pesar todos los latinoamericanos familiarizados con la mecànica del populismo, Martín Lousteau se vio obligado a renunciar completando apenas cinco meses de gestión. Nestor Kirchner y sus incondicionales, los ministros Guillermo Moreno y Julio de Vido (este ùltimo amigo de Chàvez y los maletines), no descansaron hasta zafarse de un personaje que querìa poner orden y sinceridad en las cuentas pùblicas argentinas.
Se evidenciò asì, lo que ya era obvio para cualquiera con una vista promedio: En Argentina manda Nestor y la señora Cristina decora con sus desplantes y virulencia. Y como Nestor Kirchner es el mandamàs, entonces los funcionarios competentes y con ideas, son incòmodos, detestables y tienen que irse.
Y si alguno era un incordio para el arbitrario señor Kirchner, era precisamente Martín Lousteau. El joven buscaba que las estadìsticas del paìs fueran confiables, que no se engañara a los ciudadanos nativos y foràneos, con cifras maquilladas, manipuladas al antojo del gobierno.
Lousteau como estudioso de la economía y, sobre todo, como criollo argentino que conoce el flagelo, le tiene terror a la inflación. Esa satànica enemiga tanto de los pobres como de los que no lo son.
Por eso proponìa racionalizaciòn del gasto pùblico y cierto enfriamiento de la economía. Lamentablemente para èl y para Argentina, el todopoderoso Kirchner resolviò tapar el sol con un dedo, decretar que la inflaciòn no existe, que es un invento de la oposición.
Los Kirchner y sus corifeos son peronistas ortodoxos. Ellos son devotos del estado interventor, el control de precios, del uso del gasto pùblico para comprar voluntades, la estridencia antinorteamericana, el acoso a los medios de comunicación desobedientes y el rechazo a los ministros independientes y lùcidos.
Argentina que una vez formò parte de las naciones desarrolladas del orbe, tiene varias dècadas entrampada en la telaraña populista del peronismo. En estos dìas leì una nota desgarradora de un acadèmico de ese paìs:
“Extraño destino de la Argentina: Con fuerza para salir de las crisis, pero con una incapacidad absoluta para manejar las bonanzas, como la que se le presenta desde hace años. De allì, la sensación de perder otra oportunidad de oro, para sentar las bases de un crecimiento sostenido”.
jalexisortiz@hotmail.com
Por Alexis Ortiz.
En verdad el peronismo argentino no inventò el clientelismo polìtico, pero si ha logrado mucho virtuosismo en su pràctica. Tanto asì que si no existiera Hugo Chàvez, con su manirrotismo demencial, los peronistas serian sin duda campeones mundiales en esa disciplina tercermundista (o mejor: indisciplina) del clientelismo.
Desde su caudillo fundador y su delirante socia Evita, hasta el extravagante Menen y el insufrible Nestor Kirchner, el peronismo es un cocktail de demagogia, autoritarismo y uso de los dineros pùblicos para comprar votos y simpatìas.
Por eso cuando nos enteramos que el joven economista Martín Lousteau habìa aceptado ingresar al gabinete de la señora Kirchner, sentimos, al propio tiempo, una inevitable alegrìa y un frìo en el espinazo.
Alegrìa porque se exaltaba a la gerencia de la economía de un paìs tan importante y querido como Argentina, un muchacho talentoso, moderno, de formación sòlida y carrera fulgurante. Un joven que conoce el oficio y estaba dispuesto a trabajar con patriotismo.
Ademàs, la noticia que tenemos de Lousteau, nos lo presenta como un profesional prudente. Sin extremismos liberales ni desmesuras keynesianas. En fin, un hombre maduro a despecho de su juventud, dispuesto a escuchar a propios y extraños y, desde luego, a trabajar en equipo.
Y aquì es donde entra lo del frìo en la mera mitad de los huesos de la espalda. Aunque deseàbamos estar equivocados, la experiencia nos indicaba que era imposible que el joven Lousteau, con su decencia e ilusiones, pudiera encajar en un equipo donde il capo di tutti capi, Nestor Kichner, no tolera aliados crìticos sino sargentos obedientes.
Total que, como esperàbamos muy a nuestro pesar todos los latinoamericanos familiarizados con la mecànica del populismo, Martín Lousteau se vio obligado a renunciar completando apenas cinco meses de gestión. Nestor Kirchner y sus incondicionales, los ministros Guillermo Moreno y Julio de Vido (este ùltimo amigo de Chàvez y los maletines), no descansaron hasta zafarse de un personaje que querìa poner orden y sinceridad en las cuentas pùblicas argentinas.
Se evidenciò asì, lo que ya era obvio para cualquiera con una vista promedio: En Argentina manda Nestor y la señora Cristina decora con sus desplantes y virulencia. Y como Nestor Kirchner es el mandamàs, entonces los funcionarios competentes y con ideas, son incòmodos, detestables y tienen que irse.
Y si alguno era un incordio para el arbitrario señor Kirchner, era precisamente Martín Lousteau. El joven buscaba que las estadìsticas del paìs fueran confiables, que no se engañara a los ciudadanos nativos y foràneos, con cifras maquilladas, manipuladas al antojo del gobierno.
Lousteau como estudioso de la economía y, sobre todo, como criollo argentino que conoce el flagelo, le tiene terror a la inflación. Esa satànica enemiga tanto de los pobres como de los que no lo son.
Por eso proponìa racionalizaciòn del gasto pùblico y cierto enfriamiento de la economía. Lamentablemente para èl y para Argentina, el todopoderoso Kirchner resolviò tapar el sol con un dedo, decretar que la inflaciòn no existe, que es un invento de la oposición.
Los Kirchner y sus corifeos son peronistas ortodoxos. Ellos son devotos del estado interventor, el control de precios, del uso del gasto pùblico para comprar voluntades, la estridencia antinorteamericana, el acoso a los medios de comunicación desobedientes y el rechazo a los ministros independientes y lùcidos.
Argentina que una vez formò parte de las naciones desarrolladas del orbe, tiene varias dècadas entrampada en la telaraña populista del peronismo. En estos dìas leì una nota desgarradora de un acadèmico de ese paìs:
“Extraño destino de la Argentina: Con fuerza para salir de las crisis, pero con una incapacidad absoluta para manejar las bonanzas, como la que se le presenta desde hace años. De allì, la sensación de perder otra oportunidad de oro, para sentar las bases de un crecimiento sostenido”.
jalexisortiz@hotmail.com