domingo, 6 de abril de 2008

La crisis de EEUU, nuestra vecina y su hermano rojito
Rodolfo Dasilva

U n día en la playa, hace tres semanas mayores, mi amiga Alejandra me presentó a su mamá que venía de Miami a pasar las fechas santas. La señora Juanita, como la llamábamos cariñosamente, era una simpática y habladora señora con 65 años en su haber. En aquellos días nos contó algo que hizo que la calificáramos de embustera. Nos dijo que un banco en Miami le había dado un crédito hipotecario a 30 años y a una tasa de un punto más de lo normal. ¿Quién iba a creer eso?
Ahora vemos que era cierto, no sólo porque nos enteramos de la calidad de estos préstamos, sino que vino a pasar Navidad en Venezuela y se quedó. Las razones, muy sencillas. Arrastradas por la tasa de interés, le aumentaron las cuotas hipotecarias; haciéndosele difícil pagarlas, trató de vender la vivienda y ésta cada vez valía menos, al final, la vendió por menos de lo que debía. ¿Qué tal? Ahora le creímos todo.

Lo que no sabe nuestra amiga Juanita, es que su préstamo lo metieron en un saco junto a otros créditos de esa calaña (llamado subprime) que tenía el Banco X, los empaquetaron (en un instrumento financiero llamado bono) y sirvió de aval a un préstamo interbancario que le solicitó el Banco X al Banco Y. Cuando este último quiso rescatar su crédito se encontró con que el Banco X no tenía para pagarle y que la garantía no valía una concha de maní. ¿Qué se hicieron los reales? No se sabe. Lo que es seguro es que son irrecuperables.

Nuestra amiga Juanita tiene un hermano que trabaja en un ministerio y este viernes nos lo encontramos, vestido de rojo, claro; algo feliz porque se enteró de que la economía del imperio estaba en crisis. No aceptó razones de que si el principal mercado del mundo caía, el crecimiento global también se venía abajo. No hubo forma de que creyera que si la economía estadounidense decrece, las importaciones a Venezuela también decrecerán. Pero le agradó que con la caída del dólar, a nuestro principal socio comercial le cueste más importarle a Venezuela.

Una cosa que sí le laceró su rojito orgullo, es que como gran parte de nuestras reservas internacionales están en dólares, si éste se desvaloriza, nuestras reservas también caen. No fue posible que se dejara explicar cómo la crisis del imperio, afectaba de rebote a los bonos venezolanos en Wall Street. Lo que si le gustó fue que el venezolano que tenga que viajar o realizar transferencias a EEUU, con menos bolívares adquiere los mismos dólares de meses atrás; y que además, si tiene dólares, no tiene pérdidas con la caída del dólar, siempre y cuando compre en Norteamérica, que total, para allá es que les gusta viajar a los revolucionarios.

A todas estas, las autoridades monetarias del norte están optimistas de que la debacle no vendrá, es más, hasta creen que pueden con este desplome del dólar, subsanar en algo su mayúsculo déficit fiscal.