TIBET: EL DESPOTISMO CHINO AL DESCUBIERTO
Por Alexis Ortiz.
El Tibet es un inmenso territorio en el Himalaya (1.221.000 Km cuadrados) de altas mesetas desèrticas y desoladas, apretadas en las cumbres màs empinadas del planeta. Su escasa población (unos dos millones y medio de habitantes), vive en paz, de la ganaderìa (corderos, cabras y yacs) y para la meditaciòn religiosa.
En el pasado los tibetanos han sufrido la dominaciòn de mongoles, chinos e indios y, desde 1950, de nuevo la China, esta vez de los comunistas que entraron a sangre y fuego en un territorio inerme, con muchos monjes y ningún soldado. En 1959, el Ejèrcito Rojo de Mao y Lin Piao, expulsò del Tibet al líder espiritual y temporal de esa naciòn, el XIV Dalai Lama.
En 1970 y 1987 hubo tentativas de protestas en el Tibet, que ràpidamente fueron arrasadas por el todopoderoso aparato represivo chino. Pero el sueño de los tibetanos de recuperar su patria y su libertad, nunca se ha extinguido. Como emblema de esa aspiraciòn le ha predicado a los oìdos sordos y los solidarios del orbe, el pontífice y Jefe de Estado legìtimo Dalai Lama, premio Nòbel de la Paz en 1989.
En las ùltimas semanas los jóvenes tibetanos, monjes y seglares, campesinos y habitantes de la capital, Lhasa, se han rebelado de nuevo contra la opresión China. La respuesta del gobierno de Pekín ha sido, como siempre, brutal. Y para mayor abominación, acusa al Dalai Lama de instigar una unas protestas que a todas luces, han sido espontàneas.
El Dalai Lama, en la escuela de los excelsos pacifistas Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela, ha llamado a sus compatriotas a evitar la violencia. A la resistencia pacìfica. El, como hombre sabio, entiende que el camino de la paz es el de los libres. Que no se puede derrotar a un paìs con millones de soldados y armamento nuclear, sino en la batalla de la opinión local y mundial.
Pero lo que màs averguenza de la agresión China al Tibet, es el silencio de las democracias de todas partes, incluidos Europa y Estados Unidos. Una vez màs los negocios aplastan el compromiso con los derechos humanos. Apenas el senador John McCain y la diputada Nancy Pelosi, de Estados Unidos; el presidente de Francia Sarkozy; y el grupo Periodistas sin Fronteras, han hecho sentir su valioso y valiente reclamo contra el atropello chino.
Llama la atención que la izquierda internacional, tan estridente en sus protestas contra la guerra en Irak, haya guardado un bochornoso silencio en el caso del Tibet. Asì actuan de ordinario: ràpidos para denunciar los excesos Somoza, Pinochet o el actual règimen de Pakistàn, lentìsimos cuando se trata de los crímenes de los hermanos Castro, las FARC, ETA, Hamas, Hezbola, Sendero Luminoso, Corea del norte, Bielorrusia, Libia y ahora de las tropas chinas.
China maltrata a los tibetanos y en cualquier momento arremete contra la democracia de Taiwan. Es necesaria una movilización mundial en solidaridad con el Tibet y para alertar contra una posible agresiòn a los taiwaneses. Los negocios con el “capitalismo comunista” chino, no pueden estar por encima de la paz, la libertad, los derechos humanos y la libre determinación de los pueblos.
jalexisortiz@hotmail.com
Por Alexis Ortiz.
El Tibet es un inmenso territorio en el Himalaya (1.221.000 Km cuadrados) de altas mesetas desèrticas y desoladas, apretadas en las cumbres màs empinadas del planeta. Su escasa población (unos dos millones y medio de habitantes), vive en paz, de la ganaderìa (corderos, cabras y yacs) y para la meditaciòn religiosa.
En el pasado los tibetanos han sufrido la dominaciòn de mongoles, chinos e indios y, desde 1950, de nuevo la China, esta vez de los comunistas que entraron a sangre y fuego en un territorio inerme, con muchos monjes y ningún soldado. En 1959, el Ejèrcito Rojo de Mao y Lin Piao, expulsò del Tibet al líder espiritual y temporal de esa naciòn, el XIV Dalai Lama.
En 1970 y 1987 hubo tentativas de protestas en el Tibet, que ràpidamente fueron arrasadas por el todopoderoso aparato represivo chino. Pero el sueño de los tibetanos de recuperar su patria y su libertad, nunca se ha extinguido. Como emblema de esa aspiraciòn le ha predicado a los oìdos sordos y los solidarios del orbe, el pontífice y Jefe de Estado legìtimo Dalai Lama, premio Nòbel de la Paz en 1989.
En las ùltimas semanas los jóvenes tibetanos, monjes y seglares, campesinos y habitantes de la capital, Lhasa, se han rebelado de nuevo contra la opresión China. La respuesta del gobierno de Pekín ha sido, como siempre, brutal. Y para mayor abominación, acusa al Dalai Lama de instigar una unas protestas que a todas luces, han sido espontàneas.
El Dalai Lama, en la escuela de los excelsos pacifistas Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela, ha llamado a sus compatriotas a evitar la violencia. A la resistencia pacìfica. El, como hombre sabio, entiende que el camino de la paz es el de los libres. Que no se puede derrotar a un paìs con millones de soldados y armamento nuclear, sino en la batalla de la opinión local y mundial.
Pero lo que màs averguenza de la agresión China al Tibet, es el silencio de las democracias de todas partes, incluidos Europa y Estados Unidos. Una vez màs los negocios aplastan el compromiso con los derechos humanos. Apenas el senador John McCain y la diputada Nancy Pelosi, de Estados Unidos; el presidente de Francia Sarkozy; y el grupo Periodistas sin Fronteras, han hecho sentir su valioso y valiente reclamo contra el atropello chino.
Llama la atención que la izquierda internacional, tan estridente en sus protestas contra la guerra en Irak, haya guardado un bochornoso silencio en el caso del Tibet. Asì actuan de ordinario: ràpidos para denunciar los excesos Somoza, Pinochet o el actual règimen de Pakistàn, lentìsimos cuando se trata de los crímenes de los hermanos Castro, las FARC, ETA, Hamas, Hezbola, Sendero Luminoso, Corea del norte, Bielorrusia, Libia y ahora de las tropas chinas.
China maltrata a los tibetanos y en cualquier momento arremete contra la democracia de Taiwan. Es necesaria una movilización mundial en solidaridad con el Tibet y para alertar contra una posible agresiòn a los taiwaneses. Los negocios con el “capitalismo comunista” chino, no pueden estar por encima de la paz, la libertad, los derechos humanos y la libre determinación de los pueblos.
jalexisortiz@hotmail.com