miércoles, 12 de diciembre de 2007

Bolívar y Colombia


Bolívar y Colombia
Fernando Londoño Hoyos

Conviene poner punto en las extravagancias históricas del paracaidista que gobierna el desdichado país vecino. Y no porque nos preocupen las inexactitudes de tan extraño historiador, sino porque las utiliza, con la perfidia que usa en todo, como arma moral para enlodarnos. Según este personaje, los granadinos de entonces, que somos los colombianos de hoy, amargamos la existencia del Libertador y lo condenamos al sepulcro. Mientras que los venezolanos lo tuvieron siempre por su héroe invicto, a su lado nos dieron libertad y tuvieron que sufrir los horrores a los que sometimos aquí a su hijo predilecto.

La primera de las responsabilidades militares de don Simón fue la defensa de Puerto Cabello. Que cayó en manos realistas por la traición de que fueron víctimas los defensores de la plaza. Don Francisco Miranda, llegado de las tropas napoleónicas para intentar la libertad de Venezuela, dijo que con esa traición y esa derrota se había perdido la República. Como en efecto ocurrió. Bolívar tuvo que salir hacia el destierro, por primera vez, como resultado de aquella negra traición de sus hermanos. Errante por Curazao, puso la proa hacia Cartagena, donde fue recibido con la admiración que su talento produjo en don Manuel Rodríguez Torices. Condenado a la inmovilidad por Labatut, sacó tropas de la nada, valdrá decir que colombianas, y con ellas venció en Tenerife, La Gloria, Tamalameque, Puente Nacional, entró triunfante en Ocaña y luego, con el apoyo del Congreso de Tunja, se apoderaría de Cúcuta, desde donde lanzaría la Campaña Admirable, aquella que lo llevó hasta Caracas, de victoria en victoria, con tropas nuestras. Girardot, D`Elhuyar, Ricaurte, fueron los nombres colombianos que cubrieron de gloria las tierra de Venezuela. Pero vino el año desgraciado de 1814, en el que todo se perdió. Pero no por los prodigios de Monteverde, sino por la defección de jefes venezolanos, como Mariño y Piar, y por obra de los muchos hijos de aquella tierra que se alistaron y combatieron con ferocidad por la causa del Rey. Los llaneros de Boves, y no los ejércitos de su Majestad, derrotaron a Bolívar en La Puerta y lo trajeron, otra vez desterrado, hasta la Nueva Granada. Incapaz de convencer al perverso Castillo para que le diera las tropas que ordenara el Congreso, debió refugiarse en Jamaica, desde donde escribió uno de los más luminosos documentos políticos producidos en esta América.

Con las tropas de Petion entra a Venezuela y cumple la dura campaña de los Llanos, desde cuyos confines decide remontar las gélidas cumbres de los Andes. La decisión de Bolívar no tuvo solamente consideraciones militares. Contribuyó a ella, de manera fundamental, la convicción de que en estos pueblos encontraría favor la causa de la Independencia, mientras que en Venezuela enfrentaría la peligrosa oposición de los antepasados de Chávez.

Después de Boyacá y de organizar la campaña del Sur, volvió a Venezuela, otra vez con tropas granadinas, para liberar a su patria en los campos de Carabobo. Con tropas granadinas venció en Bomboná, Junín, Pichincha y Ayacucho. Venezuela, como siempre, ponía los oficiales y Colombia los soldados.

La noche septembrina nos llenará para siempre de vergüenza. Pero difícilmente habría sido ella posible sin el concurso de un venezolano, Pedro Carujo. Y lo peor, que fue exaltada por el Congreso venezolano en pleno, el mismo que le confiscó al Libertador los bienes que todavía eran suyos, después de haberlos sacrificado todos por la Independencia, y el mismo que lo declaró proscrito para siempre de territorio venezolano, agregando, siguiendo las instigaciones de Páez, que Venezuela nunca tendría relaciones con Colombia, mientras albergara a Simón Bolívar.

La apoteosis bolivariana en Venezuela tuvo que esperar 12 años desde la muerte del Héroe en San Pedro Alejandrino, desterrado y odiado por su Patria hasta extremos febriles. Bolívar nació en Caracas. Pero no fue ella la cuna de su gloria. Hasta Chávez debiera saberlo.