Y LAS FUERZAS ARMADAS
Por Antonio Sánchez García
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Estamos sobre un volcán.
Venezuela vive en estos precisos momentos la crisis más profunda de su historia republicana. No hay un solo venezolano que no esté sufriendo sus devastadores consecuencias. No importa si es civil o uniformado, pobre o rico, creyente o agnóstico. El país ha sido cruenta y dramáticamente dividido en dos parcialidades: de una parte una camarilla corrupta y dictatorial, que ha decidido imponerle a la inmensa mayoría de los venezolanos un régimen autocrático y represivo, una tiranía fascista como no hemos conocido ni siquiera en los peores momentos de nuestro pasado y convertir a nuestra patria en la plataforma de lanzamiento de una guerra continental, sometiendo y militarizando la región tras el proyecto original del castro fascismo cubano. Corrompiendo y desestabilizando, primero – mediante maletines de petrodólares y círculos conspirativos - e imponiendo luego un modelo de perversión de las instituciones para asentar finalmente despotismos nacionales al servicio de los afanes imperiales de Fidel Castro y su epígono Hugo Chávez: conquistar el poder y vaciar las instituciones de su médula democrática mediante el expediente de asambleas constituyentes. Todo ello suficientemente adobado con viejas recetas de control político y policial, fracasadas históricamente y culpables de la ruina y la desaparición de decenas y decenas de millones de seres humanos sobre media faz del planeta: el socialismo totalitario. Sumado a cualquier suerte de talibanismo.
Nueve años ha tardado el proyecto castro fascista en hacerse con el Poder total del Estado venezolano – por las buenas y por las malas – para pretender el asalto final montando una dictadura totalitaria de nuevo cuño. Ese asalto final y definitivo tiene hoy nombre y apellido y está a punto de consumarse: reforma constitucional. Es el parapeto seudo legal que encubre un auténtico e indoloro golpe de Estado. Como lo acaba de señalar sin ambages el soldado más importante del proceso y a quien Hugo Chávez le debe la presidencia de la república: el general Raúl Isaías Baduel. Se trata, ha dicho Baduel, de un golpe de Estado constitucional, en el mejor estilo hitleriano. Para luego, exactamente como también lo hiciera Hitler, gobernar eternamente mediante el expediente del estado de excepción. Sin otra constitución que la cortada a la medida del autócrata y sin otro objetivo que entronizar el instrumento de manipulación, control, represión y sometimiento de las mayorías ciudadanas: el Estado unipersonal y vitalicio en manos del teniente coronel Hugo Chávez.
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http://www.geocities.com/laempresaprivada/golpe.html