Imagen tomada de televisión en la que el Rey de España escucha la intervención del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (de espaldas), en la que critica el comportamiento de la empresa española Unión Fenosa, motivo por el que Don Juan Carlos abandonó la sala y no estuvo presente durante la interpretación del himno chileno, durante el Plenario de la Cumbre Por Mario Vargas Llosa
Es verdad que una imagen vale mil palabras y, una secuencia de imágenes, diez mil. El incidente que ha inmortalizado la sesión de clausura de la última Cumbre Iberoamericana celebrada en Santiago de Chile, divulgado al mundo por las cámaras de televisión, dice más e ilustra mejor sobre el caudillo venezolano Chávez y congéneres, así como sobre las relaciones de España con América Latina, que decenas de sesudos ensayos.
Los mejores guionistas de Hollywood no lo hubieran hecho tan bien si querían abrir el espectáculo con la imagen –entre cómica y siniestra- de un espadón tercermundista en plena acción. Interrumpiendo al Presidente del Gobierno español que, tímidamente, se atrevía a recordar a los mandatarios latinoamericanos que “nacionalizar empresas no garantiza nada”, el comandante Hugo Chávez se apodera del micro y se dispara en insultos contra José María Aznar, quien alguna vez habría invitado a Venezuela a algo tan ignominioso como integrarse “al primer mundo”, propuesta fascista que el caudillo tropical rechazó, claro está, porque “somos humanos y los fascistas no son humanos. Creo que una serpiente es más humana que un fascista o que un racista”. La estupidez conceptual se enriquece si quien la emite se expresa con la vulgaridad del comandante Chávez y su gesticulación cuartelera. Hasta aquí nada que sorprenda, aunque, sí, mucho que entristezca y avergüence, si quien presencia la escena es latinoamericano y, sobre todo, venezolano.
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