Antonio A. Herrera-Vaillant
En toda la extrema izquierda existe un rasgo común, que en Latinoamérica carga especial intensidad. No se trata de ideología o terrorismo. Es la intensa y teatral cursilería que impregna sus gestos y discursos.
Se sienten protagonistas de gestas heroicas, discursean con prepotencia y agresividad, se aferran al dramático histrionismo, y toda su habla no es sino sarta de consignas encadenada con mitos. Cuando portan disfraz militar, agregan la grandilocuente oratoria de narrador de desfile militar: Tachín, tachín, tachín.
Sus delirios presumen de sublimes y se desbarrancan siempre por los bordes del ridículo.
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