miércoles, 28 de marzo de 2012

El milagro de la fe


Daniel Shoer Roth
dshoer@elnuevoherald.com


“¡Has vencido, galileo!” Con esa célebre frase referida a Jesús, Juliano el Apóstata reconocía en el lecho de muerte su fracaso en descristianizar el Imperio Romano en el siglo IV.

El lunes por la noche, en una multitudinaria misa en la Plaza Antonio Maceo presidida por el papa Benedicto XVI, el gobernante cubano Raúl Castro se mostraba atento en primera fila, vestido con traje y corbata. De las gargantas de miles de jóvenes a su alrededor salían cánticos de alabanza a aquel mismo galileo que un día intentaron arrancar del corazón del pueblo cubano.

La emblemática escena verifica que el nuevo hombre con el que soñó el Che Guevara, no era un hombre privado de Dios. El nuevo hombre cubano es aquel que hoy, en medio de la desesperanza que cunde en la depauperada isla, implora a la Virgen de la Caridad del Cobre por un porvenir.

Dios no es un conocimiento que puede ser borrado ni una tradición que puede abolirse. Es una experiencia que se contagia, que se transmite de una persona a otra.

Por décadas, el gobierno cubano, oficialmente ateo hasta 1992, persiguió, excluyó e intentó aniquilar cualquier vestigio de catolicismo. Expulsó sacerdotes, cerró escuelas religiosas, prohibió la Navidad. Incluso después de que Marx y Lenin cayeron bajo los escombros del Muro de Berlín, Fidel Castro limitó la libertad religiosa.

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