lunes, 8 de agosto de 2011

Un fantasma recorre Cuba:


En pocas palabras
Ramón Peña
                                                                                                                 
El fantasma del capitalismo. Paso a paso. Esta semana, el gobierno cubano confirmó que legalizará  la compra y venta de inmuebles. Inevitablemente, se abrirá una espita para la ganancia y el crédito privado, que atraerá los excedentes en dólares de miles de cubanos en el exterior. Aun limitando el derecho de propiedad a un solo inmueble, la demanda dinamizará el mercado, presionará sobre los precios, creará competencia, mercado negro y le proporcionará al régimen una importante fuente de  ingreso fiscal y ventas que nunca ha tenido. Esto es un misil en la línea de flotación del comunismo. Cualitativamente superior a todas las concesiones recientes, como autorización para auto-empleo, pequeñas explotaciones agrícolas, permisos de emigración.  
Ya en Cuba hay evidencias de diferenciación social, apuntalada por las crecientes remesas del exterior, que el año pasado -por inteligente liberalidad del Presidente Obama- alcanzaron un millardo de dólares, que ha servido para financiación de micro-empresas privadas.
Después de medio siglo de prédica “socialismo o muerte”, Raúl Castro encubre en malabarismos verbales las medidas que terminarán enterrando a  la vetusta revolución. Este último anuncio  lo prologó así: “Sin cambiar la mentalidad no seremos capaces de acometer los cambios necesarios para garantizar la irrevocabilidad del carácter socialista”. ¡Brillante galimatías! Lo que tuvo vergüenza de decir sencillamente fue: ¡capitalismo para no morir en socialismo! Y se refiere a morir por hambre, no gloriosamente por balas. La cartilla de racionamiento penosamente se cubre, gracias al jugoso –y descarado- socorro venezolano. Raúl pareciera sospechar que, al igual que desapareció el subsidio soviético que los amamantó durante 30 años, éste de ahora también se difuminará. Así que, emulando a los camaradas chinos, vietnamitas y otros, no le queda más que emprender socarronamente la senda del viejo y vilipendiado capitalismo.