domingo, 26 de junio de 2011

El enemigo equivocado

CARLOS ALBERTO MONTANER:


Dos manifestantes se despiden al desmantelar el campamento en la Puerta del Sol, en Madrid, el pasado día 12 de junio. Desde el 15 de mayo, decenas de miles de personas protestaron en España contra la crisis económica y los partidos políticos.

Muchos jóvenes españoles se sienten indignados. Sufren un altísimo nivel de desempleo y unos cuantos millares se han lanzado a las calles a protestar. Algunos piden una huelga general. Curioso remedio. Algo así como cortarse la pierna para aliviar el dolor de un juanete.

Los indignados estiman que les han fallado la sociedad y el Estado. Casi no hay puestos de trabajo y los que hay suelen estar mal remunerados. ¿Por qué? Sólo tenemos una respuesta razonable: porque no existen suficientes empresas exitosas que generen beneficios, inviertan y creen empleo. Si existieran, y si esas empresas fueran tecnológicamente avanzadas y competitivas, tendrían que pagar salarios altos para conservar a sus trabajadores. Eso es lo que sucede, por ejemplo, en Alemania, Suiza o Dinamarca. En esos países no pagan mucho porque las leyes así lo indican, sino porque producen lo suficiente para poder pagar mucho.



Los jóvenes españoles (y los griegos, y los portugueses) han identificado bien el síntoma, pero se equivocan en la solución. Si entendieran realmente el origen de sus quebrantos estarían pidiendo medidas que favorecieran la acumulación de capital, las transferencias tecnológicas, la apertura y flexibilización del mercado, la reducción de la carga social que afecta al empleador y lo disuade de contratar nuevos trabajadores, la ampliación de los horarios y del calendario dedicado al comercio, la reducción de la carga fiscal y una mejor formación académica para que el sistema educativo sea capaz de fomentar el capital humano adecuado.

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