jueves, 25 de junio de 2009

Tensión en Irán


Irán con ojos venezolanos
MOISÉS NAÍM

Irán y Venezuela no podrían ser países más diferentes. Piadosos chiíes, rezos diarios y ley seca en uno; rumberos caribeños, salsa y mucho ron, en el otro. Las iraníes con trajes y velos que todo lo cubren; venezolanas con biquinis que todo lo descubren. Irán es república islámica y Venezuela, república bolivariana. El jefe supremo de Irán es un clérigo poco amigo de hablar en público. El de Venezuela no para de hacerlo y le anuncia por televisión a su mujer que se prepare, porque al llegar a la casa le "va a dar lo suyo". Mientras que la civilización persa es una de las más antiguas de la humanidad, la historia de Venezuela es, digamos, algo más breve. En fin, la lista de diferencias es larga: estos dos países no deberían tener nada en común.
Pero lo tienen. El parecido es tal, que la experiencia venezolana aporta interesantes claves para entender la crisis iraní.
Las imágenes de las marchas de la oposición en Teherán -multitudinarias, pacíficas, sin jerarquía clara y con la participación de gente de todas las edades y estratos sociales- son idénticas a las que solían ocurrir en Caracas antes que el Gobierno y la frustración las asfixiaran. Oír la desesperación en la voz de los jóvenes iraníes es oír las de los estudiantes venezolanos que llenaron el vacío político creado por una oposición largamente ineficaz. Y oír a Mahmud Ahmadineyad decir que quienes protestan su victoria son sólo un "polvillo irrelevante" es oír a Hugo Chávez llamando "escuálidos y vendepatrias" a los millones de venezolanos que no votan por él.

Continua: