jueves, 10 de enero de 2008

Desarrollo y modelo político


Desarrollo y modelo político
Desde mi balcón
Luis Prieto Oliveira

La teoría y práctica del desarrollo económico, sobre todo a partir de los trabajos de Gunnar Myhrdal, han dejado claro que la precondición indispensable para alcanzar la velocidad mínima de despegue, es la solidaridad nacional, es decir la creación de un conjunto de objetivos comunes, que unifiquen a la población en torno a metas claras, posibles y coherentes. El concepto de solidaridad es mucho más trascendente que lo que se entiende de manera semántica. No se trata de un concepto religioso, o un sentimiento de lástima o caridad, sino de una calidad de unión integral, en la cual no puede haber olvidados ni excluidos.

Lo ocurrido en Venezuela en los últimos nueve años es una muestra de anti-desarrollo, porque el régimen imperante ha insistido en romper la unidad de propósitos e imponer un modelo político exclusivista y limitativo, cuyo objetivo mediato es conformar una estructura económica socialista, para lo cual ha querido revivir el viejo y fracasado paradigma socialista del siglo XIX: “De cada quien, de acuerdo a su capacidad; a cada quien, de acuerdo a su necesidad”, pero las capacidades y necesidades son subjetivamente determinadas por un poder central y centralizado.

Diógenes con piquete al revés

Para lograr este objetivo, de acuerdo con reiteradas declaraciones del jefe del proceso, es necesario crear un “hombre nuevo”. Esta búsqueda del hombre nuevo, imitando al cínico Diógenes y su lámpara, la inició Lenin hace 90 años y para lograrlo estableció un sistema de educación socialista que comenzaba con el uso de frazadas muy apretadas que limitaban severamente las posibilidades de movimiento de los recién nacidos y continuaba con el empleo de mecanismos desarrollados por Pavlov para utilizar mecanismos reflejos de obediencia ciega. Ejemplos posteriores de igual búsqueda fueron las doctrinas de Benito Mussolini, Adolfo Hitler, José Antonio Primo de Rivera, Pol Pot, Fidel Castro y unos cuantos más, que engrosan la lista de los genocidas ideológicos.

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