EL UNIVERSAL Caracas, domingo 09 de agosto, 1998
Carlos Alberto Montaner.
A Venezuela le está saliendo un caudillo. Los caudillos le salen a las sociedades como los golondrinos le salen a la gente en los sobacos. Y salen por las mismas razones: una severa infección que aflora en unpunto del cuerpo cuando las defensas están bajas. El caudillo venezolano se llama Hugo Chávez y se hizo muy famoso en 1992 cuando organizó un golpe militar contra el gobierno legítimo de Carlos Andrés Pérez. El golpe fracasó, pero el intento bastó para hacerlo tremendamente popular entre muchos venezolanos. A las 72 horas de la asonada castrense, de acuerdo con las encuestas de la época, 65 porciento de la población adulta decía respaldar al golpista. Hoy, a los seis años de aquella sangrienta aventura, Hugo Chávez amenaza con convertirse el próximo presidente de Venezuela, pero no para mantenerlas instituciones del país, sino para llevar a cabo la míticarevolución radical de izquierda, utilizando para ello los recursos del Estado de Derecho. Algo parecido a lo que Hitler y Mussolini hicieronen los años treinta en sus respectivas naciones.
Se servirá de los procedimientos democráticos para disolver elParlamento y gobernar a su antojo por decreto. Naturalmente, hundirá al país en el horror y la violencia, pero eso es algo que la mayorparte de los venezolanos hoy son totalmente incapaces de percibir.Están demasiado entretenidos en luchar contra la inflación, eldesempleo y la inseguridad ciudadana para preocuparse por la defensade las libertades. Sufren y con razón la nostalgia de aquellos tiemposgloriosos en que un dólar valía cuatro bolívares, mientras ahora les cuesta quinientos. Tienen demasiada rabia contra los políticos yfuncionarios corruptos, y demasiada indignación contra la ineptitud dela burocracia estatal, para detenerse a pensar en que Chávez, lejos de resolver los problemas del país, los agravará cruel eirresponsablemente, aunque sólo sea porque en su cabeza violenta ycuartelera no hay otra cosa que ideas insensatas extraídas de lamitología revolucionaria latinoamericana de mediados de siglo.
En un país que se muere de estatismo, Chávez aumentará el perímetro del Estado. En una sociedad agredida durante décadas por absurdos controles económicos, Chávez multiplicará los cerrojos y limitará aún más las libertades políticas. En una nación en la que el Estado deDerecho es casi una ficción, este presidente carapintada sustituirácualquier vestigio de constitucionalismo que quede en pie por suomnímoda voluntad. 'Cuál es nuestra Constitución?', se preguntaba enlos años treinta el doctor Hans Frank, nazi notorio.
Y enseguida secontestaba: 'Nuestra Constitución es la voluntad del Führer'. La Constitución de los venezolanos será la voluntad de Chávez. Elcaudillismo es eso: una abdicación de la soberanía popular, unatransferencia de poderes.Cómo saldrán los venezolanos de este atolladero? Por supuesto, muy magullados. Basta leer cuidadosamente los discursos de Chávez en LaHabana, publicados en el periódico Granma, y los elogios que Castro lepropina, para comprobar que este hombre no tiene la menor idea sobre cómo los pueblos crean riqueza y cómo la destruyen. Si gana las elecciones, una vez instalado en Miraflores, en el mejor de los casosse comportará como Salvador Allende -un caotizador de izquierda- y en el peor, intentará hacer una revolución de corte estalinista semejantea la de su admirado vecino cubano. En ambas situaciones movilizará a sus partidarios y los encuadrará en formaciones cuasi militares para defender la revolución, arriesgándose a un peligroso enfrentamiento con el Ejército, donde siempre habrá algún Pinochet dispuesto a sacarlos tanques a la calle para liquidar violentamente a quienes pongan en peligro la hegemonía de las Fuerzas Armadas. Esto es gravísimo. Losmilitares venezolanos pueden ser devastadores si se disponen a matar.Hace años le pregunté a un general de ese país cómo habían controlado el 'caracazo' los motines callejeros de la capital todavía recuerdo con cierto escalofrío su respuesta torva y sin emociones 'raspamos a mil c.d.m. en una noche', dijo mientras aplastaba su cigarrillo en el cenicero con un gesto displicente. Así, innecesariamente, puede acabareste absurdo drama: millares de venezolanos 'raspados', extirpadoscomo verrugas por personas violentas de uno y otro bando que han sido incapaces de encontrar fórmulas para solucionar pacíficamente susconflictos.Hay maneras, todavía, de impedir esta catástrofe? Sí, si las fuerzasdemocráticas fuera capaces de pactar la gran coalición de la libertad, pero no sería honrado forjar esa alianza sólo para derrotar a Chávezen las urnas. Eso sería mezquino. Habría que proponer un plan realistay serio que les demuestre a los venezolanos que la respuesta a sus males está en la democracia y en el Estado de Derecho, y no en la acción de los caudillos fascistoides. No sólo se trata de salvar aVenezuela del daño que en el futuro puede hacerle Hugo Chávez. Elobjetivo también es salvar a Venezuela del daño que le han hecho en elpasado otros venezolanos que llegaron al poder sin la cara pintada.
Carlos Alberto Montaner / Agencia Internacional de Prensa